Cualquiera de los asistentes al show diría que al hombre detrás de City and Colour, mejor conocido como Dallas Green, se le hizo chico el Teatro Cariola.

No es que haya faltado espacio, sino que desde las 21:29 horas empezó a cambiar el aire del recinto y se iluminó la estancia con los acordes de Green y su impecable banda.

Primera vez que tocaba el canadiense en un escenario nacional y antes de siquiera haber salido, el público ya lo estaba exigiendo a gritos. Tal vez por eso el repaso de los temas fue tan inolvidable: The Lonely Life, Waiting…, Sometimes, The Girl y Silver and Gold, fueron algunos de los temas que dejaron impronta.

Eso sí, arriba del escenario Dallas era otro. No logró encontrarse con esa marca de ser un ídolo, no estuvo ni siquiera a un metro con tratar de estarlo y muchas veces agradeció al más simple «Olé, olé, olé…Dallas, Dallas».

Cuando podía se mandaba un pencazo de whisky (u otro trago) y le destapan una Corona extra, aunque cometió un crimen: se le subió la espuma de la chela. Claro, todo terminó en risas con el exacto hombre del teclado.

Todo eso, el juego, el desafío, el alcohol, el inglés perfecto, el inglés imperfecto del público y las traducciones esporádicas del guitarrista que hablaba español con acento mexicano, transformaron el Teatro Cariola en una burbuja de tiempo y espacio bastante enigmática; nunca ida o ajena a la realidad musical que City and Colour presentó desde un comienzo.

Tal vez lo que más llamó la atención fue la capacidad de captar al público mientras tocaba un tema y en los minutos entremedio de esos. Hasta se dio el lujo de jugar con el respetable, al más puro estilo de un comediante o conductor gringo.

En un momento determinado trató de hacer cantar a ciertas partes del público para que hicieran una armonía vocal entre el respetable y la particular voz de Dallas Green. «Estuvo perfecta», soltó emocionado el hombre de City and Colour en el escenario mientras era aplaudido por los verdaderos fans que lucharon con el calor sólo para pedir una, otra y otra más…

Las despedidas son difíciles y la del ex Alexisonfire fue muy fría, pero siempre fiel a su carácter reacio a mantener un estatus alejado de la realidad que pertenece. No quiso ser más, no prometió otro paso por Chile. Tal vez porque sabe que es poco probable, pero así y todo ese gesto de «adiós» fue el más sincero hecho por aquellos artistas que tratan de dejar una huella más allá del carácter pop de la época. Sin querer demostrar nada más que agradecimiento.

En fin, un show impecable que no merece calificaciones ni encasillamientos; aunque igual quedamos cachúos con la chela ¡No se hace eso de que se te suba la chela poh Dallas!