Stone Temple Pilots en el Teatro Caupolicán: «Gracias por no rendirse»

A estas alturas, todos son viudos de Scott Weiland. Esa cicatriz que dejó su temprana muerte en 2015, causada por los demonios internos y su eterna pelea con las drogas, impactó a todo el mundo del rock. Claramente, los más puristas decidieron dar vuelta la página, y terminar una etapa bonita del género de los noventas. Pero adivinen, Stone Temple Pilots fueron valientes, y decidieron seguir adelante.

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Previo al anuncio oficial de lo que fue este evento, la reacción de sus fanáticos fue mixta, alegando que la veracidad de su nuevo cantante, Jeff Gutt, solamente llenaba un vacio irremplazable. Los prejuicios siempre estuvieron ahí, tratando de matar un legado y el talento por sobre todo. En este caso fallaron.

Lo ocurrido ayer en los interiores del Teatro Caupolicán fue un sentimiento superlativo de respeto al legado de Scott, Chester Bennington en su periodo y a la banda. Los hermanos DeLeo y Eric Kretz subieron al escenario como si fuese un día mas de trabajo, o sea disfrutando a concho lo que ejecutaron en vivo. Jeff Gutt no se inmutó, con movimientos parecidos y el look similar al del camaleonico frontman, logró cautivar a un Caupolicán que se entregó totalmente a un setlist de grandes exitos y  nuevos temas.

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«Wicked Garden» prendió los motores de esta potente noche, con el sonido a favor de los riffs de Dean y con Robert agitando esos dedos en el bajo mientras en su caminata icónica posaba con lentes de sol frente al foco de la prensa.

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En el caso de Eric, se apoderó de la batería al pulso de sus canciones más populares, entregando una performance intensa. Jeff tuvo la pega ardua, y aprobó con creces. Su voz estaba haciendo su gracia para este comienzo.

De principio a fin, la banda regaloneó con lo mejor de lo mejor de toda su discografía. Con una reversion intima de «Plush», el clásico cambió su estructura para otorgarle más sentimiento a un tema que de por sí, ya tiene una vibra sentimental enorme. El publico hermosamente coreó toda la letra, dejando la postal más bonita de la jornada.

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Pero no solo Plush se llevó los créditos en esto de grandes momentos, «Big Empty» y «Creep» desenredó el nudo de la garganta masiva. Todo se volvió personal para el publico presente, las memorias lejanas de muchas almas volvían a proyectarse mientras el grupo alucinaba con la recepción.

 

Himnos como «Interestate Love Song», «Silvergun Superman» y «Big Bang Baby» completaron una jornada excelente. Pero si hablamos de finales demoledores y llenos de agresividad, pues los californianos de verdad dieron sello de su rock más potente y contraatacaron con un final impecable. Jeff había dicho en entrevistas que el tema de Stone Temple Pilots que más le gusta cantar es «Dead and Bloated», por la instantánea respuesta que causa. ¡Y no estaba para nada equivocado! Los primeros versos del opener track de Core (1992) desató la rabia del único mosh pit que se abrió en el medio, con el aguante de guerreros sin polera, que sudaron el desquite de un tema poderoso.

Pero esto seguía, «Trippin on a Paper Heart» no dio tiempo para el descanso, incendiando la exaltación de los más motivados. Se necesitaban tanques de oxígeno, mientras los más jóvenes tenían ganas de sobra, otra gran porción de público adulto tenía reservado los empujes y puños para el final. Sin aviso previo, la presentación cerró de manera anárquica con «Sex Type Thing», el corte final de una noche de perfecta nostalgia.

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Los prejuicios, siempre jugando en la contra. Más de algún purista faltó ayer a esta jornada por orgullo de fan. Y si fue asi, pues que pena por la noche que se perdieron. Jeff nos trajo -en notoria satisfacción – una representación más reservada de lo que Scott alguna vez otorgó arriba de su terreno favorito: el escenario. Él logró lo esencial para esto, hizo sentir a una generación entera. Si alcanzas el corazón de todos así, estás al otro lado.

Los hermanos DeLeo y Eric Kretz, una maquinaria imparable de rock sin ganas de parar. Si Scott bailaba y se apoderaba de su público en sus años de oro, era todo gracias a que estos tres músicos le daban alma a su performance. Unos veteranos comprometidos con su rol. Solo queda decir, gracias.

Gracias por no haberse rendido ante la adversidad, que la bandera musical de Stone Temple Pilots siga flameando hasta el fin de los tiempos.