Bush en el Teatro Caupolicán: «Intactos al paso del tiempo»

¿A qué no recuerdas la última vez que Bush pisó suelo chileno? Fue por ahí en el año 97, acompañando a David Bowie en una de las dos únicas veces que el Duque Blanco nos visitó.

Pues, ayer la banda británica llegó con una formación distinta, pero con la vitalidad de su música intachable. Gavin Rossdale en polera sin manga, y mostrando su bien cuidado cuerpo, encendió esta jornada con su carisma y presencia icónica. Cómo buen conocedor de su público, él decidió partir de lleno con la memoria colectiva de sus seguidores.

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«Machine Head» afiló con su riff inicial para el deleite de los presentes, demostrando que la juventud no es una cuestion de edad, sino que una actitud. Gavin demostrando ser eterno, y un sonido notable que fue logrado gracias a los músicos que están acompañando al cantante en este nuevo capítulo en la historia de Bush.

El show estaba desarrollándose de manera perfecta, la distorsión de las guitarras, la profundidad de las baterías y un setlist que estaba desempolvando un repertorio ansiado por una generación entera.

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Todo iba muy bien, hasta que cierto  enfrenton opacó por largo rato esta visita. No te gusta una banda, y tienes que esperar a ese acto para ver a tus predilectos. Aunque no sean de tu gusto, eso no te da el derecho de tratar al artista y al público a la pinta, solo por niñerias y boludeces.

Un asistente comenzó a fastidiar de manera confusa a Gavin, desde el lado izquierdo de la Galeria, haciéndole gestos y mostrándoles sus pelos púbicos en vivo. Claramente querría ver a STP, pasándose por encima el respeto de todos. El cantante sin pelos en la lengua lo increpó, lo mandó a que fuera a tomar a un bar y que le mandara saludos a su mamá de su parte. Categóricamente, Rossdale no aceptó la falta de respeto, y terminó echando al «fanático» del teatro, mientras la gente aplaudía la acción.

Para el imbecil, piensas dos veces lo que vas a hacer antes de actuar, porque sino terminarás en esta gran verguenza en la que te metiste solo por hueon e intolerante.

¿Eso impidió el desarrollo del show? ¡Para nada! Al contrario, ese momento de tensión inspiró a un efervescente Gavin que- en vez de preocuparse por el tipo-decidió compartir su talento y música con los miles de asistentes. Ahí la corrida de emociones fue una avalancha de grandes intepretaciones con «Swallowed», la intima «Glycerine» y la fuerte «Everything Zen».

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Se notó que en 22 años de espera, Gavin estaba ante el -tal vez- mejor público de su carrera. Él no podía desaprovechar la experiencia que estaba viviendo. «Little Things» estaba detonando en todo el teatro, cuando de la nada Gavin desaparece del escenario. La gran sorpresa ocurrió cuando inexplicablemente Rossdale apareció en la cima de la galería para el asombro de sus oyentes. Fue una respuesta directa a la gente que de verdad querría disfrutar el show -exceptuando al excluido-.

Gavin comenzó la corrida de su vida, pasando por todo el sector de izquierda a derecha, sellando una jornada de manera soberbia. «Comedown» finalizó está catarsis de manera metafórica y emblemática. «Yo no quiero bajar de esta nube» cantó apasionado. Él se había vuelto adicto a la energía de los presentes, y recíprocamente, nadie querría que esto terminara.

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Fue una deuda saldada para muchos, que superó expectativas de manera grandilocuente. Prometieron volver pronto, y como no, si ayer se robaron el show como por arte de magia. El guitarrista Chris Traynor- ex miembro de Helmet- dio un show aparte por si solo, con esa sonrisa vibraba con toda las almas de la reja, y el trabajo en conjunto entre Corey Britz (bajo) y Robin Goodridge (batería) fueron el pulso constante de toda la noche. Un equipo de músicos aplicados y con personalidad.

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El tiempo no ha sido un problema para el legado de Bush, ha sido una un camino que está a Pope, y que seguirá escribiendo más historias.

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