Alexis Paiva Mack
La cita empezó con las comediantes. Una dosis de humor irónico y centrado en actualidad política y social logró generar numerosas risas en los presentes. Y la verdad es que, a diferencia de su participación en el Festival de Viña, esta vez Jani Dueñas se presentó ante un público autodenominado feminista y progresista, el cual asegura su rechazo absoluto ante una sociedad en donde los derechos de las mujeres y las minorías no son respetados.
Su rutina se basó, esencialmente, en la exposición de comentarios desafortunados y carentes de sentido que fueron recogidos de distintas plataformas de noticias en redes sociales. Desde expresiones de odio a la relación entre Héctor Morales y Helénia Melán hasta amenazas dirigidas a las miembros del colectivo ruso fueron algunos de los ejemplos que Dueñas y Salas ocuparon para evidenciar la ignorancia por parte de ciertas personas.
Horregias subió al escenario a las 22:00. La banda nacional de punk rock ofreció un concierto emotivo y cargado de rabia hacia la violencia homofóbica y la educación heteronormativa. Mujeres inmóviles siendo arregladas como si fueran maniquíes y una joven Cecilia Bolocco en una vieja transmisión de TVN fueron algunas de las imágenes más llamativas. Junto a esto, la vocalista de la agrupación se tomó un momento para expresar que son una banda abiertamente lesbiana y que no está dispuesta a olvidar los asesinatos que han sufrido personas de su misma orientación. En ese momento, las pantallas proyectaron nombres y retratos de algunas mujeres que fueron víctimas de asesinato.
Después de haber invitado a activistas a bailar y expandir un lienzo en el escenario, las artistas se retiraron tras haber provocado el momento más intenso de la cita.
A cinco minutos de alcanzar la media noche, cuatro integrantes del movimiento feminista Pussy Riot subieron al escenario de manera fugaz. En esta oportunidad, la banda fue liderada por Nadya Tolokónnikova, quien estuvo en la cárcel por ser partícipe de la protesta antiputinista en la catedral Cristo Salvador de Moscú.
El concierto del colectivo ruso destacó por el mensaje sociopolítico expresado en sus letras, videos y, por supuesto, en su vestimenta. A pesar de que hubo recurrentes problemas de audio, un uso exagerado de autotune (incluso en los interludios para hablar al público) y un descenso constante en la cantidad de oyentes en la sala, Pussy Riot cumplió con su objetivo de dar luces sobre las desigualdades y los atropellos a la libertad de expresión que se viven en su país.
Las artistas rusas ofrecieron un espectáculo de 20 canciones que logró satisfacer las expectativas de sus fanáticos más avezados, pero que a pesar de todo, no logró conectar con toda la audiencia.
