Por Alexis Paiva Mack

Definitivamente, la banda más grande de rock and roll en el mundo”, decía Iggy Pop antes de introducir a Sleaford Mods en su programa radial de la BBC. No es casualidad que un fenómeno de esta naturaleza se apoderara de los clubes de Gran Bretaña, como tampoco que los sectores alternativos se identificaran con el calor de su esencia.

Antes de formar la banda, Jason Williamson trabajó en un matadero de pollos para sustentarse económicamente, rutina que terminaba con un papel y una hoja cuando llegaba a su casa. A pesar de que no era un entendido en materia literaria, tampoco necesitaba a la academia para liberar sus pensamientos, según cuenta, la vida y la experiencia le aportaban más que otros factores.

Así —con la influencia indirecta de autores como Charles Bukowski y géneros como el rap, el punk, la electrónica y la música experimental—, Williamson se sumergió en los miedos e intereses de la clase trabajadora, para así escribir letras cargadas de una energía contestataria hacia el poder político y las élites económicas.

¿Cuál es la esencia de Sleaford Mods?

-Somos una banda moderna para estos tiempos, hablamos de cosas que —para muchos— son necesarias de manifestar.

Crisis como la del COVID-19 generan una gran incertidumbre a nivel mundial, pero también vivimos en un escenario político muy complejo y agitado. Por ejemplo, acá tuvimos un estallido social, mientras que en Gran Bretaña se aprobó el Brexit. ¿Cuál es tu visión en torno a esto?

-Escuché sobre los problemas que tienen allá y creo que es similar a lo que pasa acá. La corrupción y el nacionalismo son problemas que el poder usa para controlar a las masas. Te hacen pensar que solo por ser británico deberías sentirte orgulloso, cuando en realidad no debiese ser así. Creo que la ciudadanía está decepcionada a nivel internacional, desde hace mucho tiempo.

¿Crees que la música cumple un rol esencial en las revoluciones?

-No. Creo que su función es registrar los momentos de agitación social, pero no que tenga responsabilidad en su origen. La música expresa desilusión sobre lo que nos rodea, hasta el punto en que puede influenciar a las personas, pero no creo en esta como un movimiento político masivo.

Gran Bretaña es conocida por tener una escena underground muy activa, en la que artistas de culto se presentan en clubes que —muchas veces— no reciben mucho público. Ustedes se formaron en esos lugares, ¿qué podrías contarnos al respecto?

-Así es, hay grupos que deben enfrentarse a eso durante un largo periodo de tiempo. Eso se debe a que no encajan en el modelo pop. La mayoría de las bandas populares son aburridas, mientras que la mayoría de los actos más vendidos son pobres y poco interesantes. Creo que los conciertos pequeños van dirigidos a personas que buscan influencias. Esa siempre ha sido la forma y —desafortunadamente— dudo que vaya a cambiar.

En 2015 publicaron “Ibiza” con The Prodigy, la cual fue incluida en el álbum The Day Is My Enemy. ¿Cómo fue trabajar con una leyenda como Keith Flint?

-Fue una buena experiencia, pero también muy rápida. Ellos hicieron su parte y yo hice la mía, eso fue todo. No recuerdo un momento en particular con él, era un hombre muy ocupado.