Era impensable que una banda con tanta popularidad y hits geek como Weezer tocara piso latinoamericano. Muchos discos como excusa, y nunca se les ocurrió visitar estos lados, pero tal vez-al igual que su carrera de meme viviente y tonos humorísticos- hacían que esta idea fuese una simple ilusión.

Pasaron 25 años para que la banda llegara en un momento prolífico para su carrera, y con un dominio de masas digna de una banda de estadio histórica.

En fecha de aniversario de Pinkerton, el público chileno tenía por primera vez a Weezer para el deleite de lo que fue un repaso de sus mejores discos, y de covers que rellenaron con su singular personalidad y calidad.

Rivers Cuomo con su chaqueta de mezclilla y el logo de su banda planchado como si su mamá lo hubiese arreglado para él, y esos ojos brillosos de felicidad por sus lentes icónicos, observaba su creación cobrando vida. Y la banda preparada para rockear en el escenario, con puntualidad.

Con los recuerdos y memorias de una serie sitcom como lo fue «Happy Days» (74-84), Buddy Holly fue la encargada de arrancar esta primera vez con toda su carga y potencia a tope, con un público que cedió instantáneamente ante el clásico del «Álbum Azul», su disco debut con grandes éxitos. Y claramente de esa gran pieza angular de los 90, fueron sacando con gran intensidad el repertorio rockero y energizante de este clásico. In The Garage fue una gran declaración de tiempos y memorias de introspección que fue replicada de manera universal por las almas que llenaron la cancha VIP y general. Fue una postal que de verdad tomó una fuerza emocionante y que dio también para los famosos mosh pits, cosa que por muchos era impensada para esta ocasión. Gran mentira cuando My Name is Jonas, con sus acordes del inicio, detonó el desquite de todos al unísono de las distorsionadas guitarras de Brian Bell y Rivers Cuomo con su aporte principal en los solos. El circulo formado en el puente, mientras la frase «los trabajadores van a casa» era coreada, fue una formación hermosa de desquite, que se vio potenciada por muchas generaciones juntas.

En un cumpleaños de Pinkerton, de verdad se extrañó que el grupo solamente reluciera la humorística y coreable El Scorcho, y haber priorizado los covers de «Teal Album», que fueron muy bien ejecutados, pero ¿por qué mejor no haber puesto Pink Triangle o Tired of Sex en vez de Paranoid? Incluso dejaron pasar la oportunidad de prender con el testamento de mediana de edad de The Good Life, la cual en tradición de no tocar temas repetidos en otras partes, el público peruano tuvo la fortuna de vacilar este tema. En la justicia de hacer un tipo de medley de canciones de conocimiento masivo, se optó por interpretar la balada con tintes psicodélicos de The Turtles, Happy Together, que fue mezclada con las líneas de bajo adolescentes de Longview, sacadas de sus próximos compañeros de gira, Green Day. Detalle que rompió con todo para los fieles seguidores de la ola punk de su tiempos, al igual que el regalo de rabia que fue la depresiva Lithium de Nirvana, calzando con el aniversario de Nevermind igualmente. No era Kurt Cobain, pero de alguna manera se quiso pensar que fue así, Rivers Cuomo validó su puesto de vocero generacional.

De todos modos, las playas hawaiinas fueron bienvenidas cuando Island in the Sun entonó sus cálidas armonías del tema sacado del «Álbum Verde», en donde acapella, la gente tenía a Rivers y compañía rendidos ante la recepción. Podías imaginarte a los cachorros jugando con los miembros de la banda en esas islas lejanas y soleadas dirigidas bajo la visión de Spike Jonze, cosa que fue totalmente atacada por la riffera Hash Pipe del mismo álbum, su homenaje a la marihuana fue la que prendió los fuegos de una minoría que sacó sus mejores manos para el momento.

Después de repasar otros temas como Holiday y la visionaria del los Youtube Rewind de Pork and Beans – en donde se jugó al coro con la fanaticada, mientras Brian Bell, Patrick Wilson, Scott Shriner y Cuomo se turnaban los versos- también estrenaron su homenaje digno de Van Halen con su nuevo sencillo, The End of the Game. En los tapping simples, pero épicos en la ejecución, solo unas poquitas personas cantaron los poderosos riff de la canción.

Si bien los covers tomaron parte importante, pues la ejecución nostálgica con Africa – la maravillosa pieza musical de Toto- fue representada con respeto y transmisión. Take on Me hizo que el Arena se creyera Morten Harket al tratar de ganarle al falsette imposible del coro, mientras también emulaban las icónicas secciones de sintetizador y teclado del clásico de A-ha.

Lo más potente de la música, es esa capacidad de devolvernos a años gloriosos con tal de ser tocada una nota en el proceso. Y la verdad que como parte de esta tendencia y manifestación de rock ñoño que creó Weezer, este logró encontrarse con un país como Chile, en donde por años los escucharon y disfrutaron sus videos por MTV. Finalmente lo que fue vapuleado por la prensa elitista en sus años -donde trataron a la banda de bichos raros- cobró su paga, vengándose con un legado sólido y totalmente único. Eso mismo se percibió cuando canciones de imperfección como Perfect Situation o cosas frívolas como las de Undone – The Sweater Song fueron momentos en donde todos fueron parte de esta generación de perdedores, mostrándole el dedo del medio a los prejuicios y estereotipos. Para que decir el hermoso final con Say It Ain´t So, fue un grito de comunidad que fue abrazado por el sonido profesional y excelente del grupo en una faceta implacable.

Nada que decir del debut de Weezer, larga espera que valió la pena, y que nos trajo a un grupo revitalizado por esa ansiedad de no querer crecer nunca más, de mantener esa rebeldía y contagiarla dentro de un Movistar que agarró un segundo pulmón para una hora de mucha vibra noventera. Fue un pack de hits que cumplió con la alta expectativa, y nos hizo saber lo poderosos que son este cuarteto en el escenario y en la actualidad.

PD: los chilenismos le quedan a Rivers, que gran tipo.