Por Alexis Paiva Mack

Imagen: Ramiro González

Greta Van Fleet aun no bajaba del escenario y ya se sentía presión desde el fondo de la cancha. Una multitud de fanáticos se alistaba para presenciar uno de los espectáculos más esperados en los últimos años, lo que a estas alturas no debe sorprender a nadie: Kendrick Lamar se presentaría por primera vez en Chile. La cita estaba programada para las 21:30, pero el retraso – y para muchos fracaso- de Lenny Kravitz provocó que el concierto se atrasara treinta minutos, tiempo suficiente para que los seguidores del oriundo de Compton  acumularan cierta adrenalina y molestia. Esta última desapareció junto a las luces del VTR Stage.

“The Damn Legend of Kung Fu Kenny” fue la primera oración visible en la pantalla central del escenario. Una introducción cinematográfica mostró a un anciano asiático otorgando consejos al mismísimo Kendrick Lamar. “Debes volverte más fuerte”, menciona el hombre de piel arrugada, quien miraba fijamente al cantante en todo momento. Después de mostrar unas cuantas escenas del afroamericano practicando artes marciales –o como diría él, sus mothifuckin´ skills- unos inesperados fuegos artificiales dieron inicio a DNA.

La reacción de los asistentes fue espontanea, natural e intensa. Tal reciprocidad, común en conciertos de leyendas de hard rock en grandes estadios, convirtió la zona más cercana al escenario en un organismo viviente, sensible al más mínimo estimulo. Así dio inicio a ELEMENT., otra de las canciones más populares de DAMN. (2017), su más reciente lanzamiento de estudio.

La influencia de Kendrick Lamar en la cultura popular y la producción de nuevas propuestas musicales es más que notoria, y la verdad es que él lo tiene más que claro. Con evidente orgullo mencionó que cantaría una de las canciones de su álbum To Pimp A Butterfly (2015). Tal disco no solo destacó por su contenido explícito, sino que también por ser una de las fuentes de inspiración del productor Tony Visconti para la creación de Blackstar (2016), el último lanzamiento de estudio del multifacético David Bowie. De esta manera, Lamar interpretó King Kunta frente a una multitud que parecía rapear de manera simultánea a su propia voz.

Después de hacer guiños al cantante Travis Scott (al presentar  Big Shot y Goosebumps) y a Schoolboy Q (con Collard Greens), agradeció a los asistentes y anticipó que la siguientes canciones irían dirigidas a los fanáticos entendidos. Así, siguió con Swimming Pools (Drank) y Backseat Freestyle, ambas incluidas en su segundo álbum Good Kid, M.A.A.D. City (2012).

El sonido de Kendrick Lamar en vivo varió en relación a sus trabajos de estudio. Esta alteración no se debió a problemas en su voz o a alguna variación en la calidad de sus músicos, sino que más bien al hecho de que el artista no muestra temor a la hora de mezclar distintos ritmos y  texturas sonoras, creando así una suerte de “nuevo álbum” mientras está sobre el escenario. Tal fórmula, característica de artistas como Beastie Boys, fue sincronizada a la perfección con la propuesta  audiovisual del norteamericano.

A pesar de que el espectáculo puede ser catalogado-casi racionalmente- como el mejor de la primera jornada del festival, es necesario destacar que este cumplió con el mismo setlist que ya presentó en otros países (18 canciones más un encore), completando así con una puntualidad exacta los 75 minutos que tenía asignados para su presentación. Finalmente, el artista cerró el primer día de Lollapalooza con All the Stars, para luego retirarse rápidamente del escenario y dejar a sus músicos haciendo una breve improvisación bajo una seguidilla de fuegos artificiales.

El rapero saldó su deuda con el público chileno, el cual tuvo que esperar nueve años para poder verlo. Si bien, su presentación fue más que acotada en relación a headliners de años anteriores, quedó la impresión de que el público se fue conforme y sin mayores críticas. De esta manera, Kendrick Lamar se consolidó como uno de los artistas más importantes que ha pasado por el festival, con un show que no solo radica su importancia en la música, sino que también en su estética y sus simbolismos.