A las 9 en punto, el telón transparente que cubría el escenario comenzó a exhibir el cortometraje «Truth«, una simple exhibición de fotos representativas de la sociedad actual, que visualizaban virtudes como la bondad, mientras se mezclaban con las falencias de la religión, las sectas y otros. Esta simple cinta, se tornó en una manifestación tétrica  y desconcertante, mientras con un desenlace marcado por la distorsión de conceptos cómo «amor» y «familia», todo empezó a revolverse en una juguera de deterioro humano. Es así mismo como-en un salto dramático y enérgico- que Steven Wilson salía al escenario con su banda, para dar inicio a esta extensa jornada, que lograría cautivar a todos sus fanáticos en un Teatro Caupolicán repleto.

La primera corrida del setlist fue un desplante escénico y visual que logró cumplir con el objetivo de ser una narrativa cinematográfica, y transmisora de emociones en cada uno de los temas. Las canciones del último disco «To The Bone«, aprovecharon al instante este recurso para asombrar a los presentes con imágenes, videos, y calidad sonora, la cual tuvo algunos detalles técnicos fallidos al inicio, pero que de inmediato retomaron en gloria para proyectar la emotividad de las composiciones. El recurso de la tela usada al frente de la banda logró hipnotizar por su excelente uso de animaciones, y al menos en esta arista, la canción que logró emocionar por su explosión emotiva fue ´Pariah´, en donde la ausente cantante israelí, Ninet Tayeb, fue la protagonista de la pantalla gigante, mientras en las melancólicas guitarras y ambientes de Adam Holzman en el teclado anunciaban el quiebre colorido en la parte final. Una muestra asombrosa del efecto que un buen show puede entregar. Pero a pesar de lo sorprendente del escenario y juego de luces, lo que superó en expectativas fue la aparición de uno de los temas inusuales de la banda, ´The Creator Has a Master Tape‘, que muchos anhelaban escuchar, y cumplieron su sueño de lograrlo.

Steven empezó a mostrar sus dotes de stand-up, al querer conversar a la gente sobre experiencias, y sus opiniones respecto a la música actual. Fue tan irónico, que incluso preguntó por los menores de 23 años, para tomar su Fender y decirles al público que «eso era una guitarra eléctrica«, así teniendo su crítica entremedio con la preferencia instrumental de la juventud de ahora. Y si bien bromeaba, el alcanzó a afirmar que él tiene puesta la fe en que pronto el instrumento de 6 cuerdas volverá con más fuerza. Pero lo más hilarante de todo, fueron las bromas que le hizo a los fanáticos de King Crimson, al comparar la cantidad de público femenino del Caupolicán que, según él, no existe en los conciertos de los crimsonianos, e incluso se atrevió a burlarse de la exagerada espera que Tool ha tenido con su nuevo disco, argumentando que él nunca se demora tanto. Fueron humoradas que al fin y al cabo mostraron a un músico más cercano a su fanaticada, y expresando sus opiniones de manera asertiva e ingeniosa. Luego de eso se dio una pausa de 15 minutos.

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Hay canciones que uno siempre tiene en mente para escuchar en vivo, y la mayoría de las veces puede ocurrir que la banda o artista que presencies-por cuestiones de tiempo y otras situaciones- decide no tocar ese tema en especifico. Pero cuando todos ayer ya estaban instaurados con la espectacular presentación que se estaba ejecutando, las luces se apagaron y Nick Beggs (bajo) con Craig Blundell (bateria) empezaron a hacer ritmo con huevos shaker, en donde asertivamente apareció un gato escurridizo en el escenario (no era parte del show), solo queriendo irse, porque como dice la canción «llegando un lugar, pero no al que querría«. La gran composición larga duración ‘Arriving Somewhere But Not Here» despertó al público de inmediato, con su psicodelia pesada y las largas transiciones acompañadas de los jamming y quiebres que hicieron de este un momento único en el recital. Pero no fue la única pieza de Deadwing en ser mostrada, a más de algún asistente se le cayó una lagrima con esa tan bonita pieza musical. El encore fue una con muchos engaños y regalos también, Wilson jugó con su discurso sobre de «que no tiene ningún hit, y eso le daría la libertad para tocar lo que se le de la gana», asumiendo que nunca pudo venir con Porcupine Tree a Latinoamérica, pero que aprovecharía esta instancia para tocar algunos de sus temas, a lo que ‘Sound of Muzak‘ desató la alegría de todos. Esa distópica letra sobre la industria musical, ese verso que profetiza que una de las maravillas del mundo está cayendo, fue una de los momentos más soberbios de la noche, ahí ya finalizando una jornada con material de sus proyectos alternos como Blackfield, y terminando la velada.

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Fueron 3 horas de show en total, y la cercanía de Wilson con el país ya es innata que parece como algo tan natural que sorprende. Se pudo percibir un respeto enorme por mantener el show alejado de las cámaras de celular, de priorizar la vista para el deleite audiovisual, y también nos otorgaron la oportunidad de presenciar a una banda que a pesar de ser de acompañamiento, logra ser una versátil y maestra en la ejecución. Fue una experiencia que nos devolvió a tiempos pasados, que nos hizo viajar al futuro, pero nos hizo disfrutar el presente en una noche que fue alta.