Mientras todos los ojos de una burlesca y poco seria farándula se concentraban en exprimir hasta más no poder la imagen de Bad Bunny en el Festival de Viña del Mar, en los interiores de Blondie la artista nacional, Yaney, abría el show de la australiana Courtney Barnett con canciones de gran toque emocional post pop.
Al lado izquierdo del escenario se encontraba Courtney observando todo lo que ocurría previo a subirse al escenario. Analgésica, calmada y concentrada al mismo tiempo tomándose la mano izquierda de manera entrecruzada. «Gracias por darnos la oportunidad de tocar para la increíble Courtney» exclamó alegremente la cantante nacional, a lo que -disimuladamente- Barnett soltó una sonrisa. Algo aliviada se vio.
Entre luces navideñas sencillas esparcidas en todo el escenario, y una puesta en escena vieja escuela garage -entre una cortina musical- los focos principales se apagaron, compartiendo intimidad con los adornos del stage. Courtney se subía con su banda para tomar su guitarra, para tocar los oscuros y sombríos acordes de «Hopefulessness«, respaldada por un rojo intenso dando vida al color de su último trabajo, «Tell Me How You Really Feel?«. A las 22:31 comenzó lo que sería una muestra de garage vieja escuela, que deslumbró por la energía cruda exaltada de un trío ruidoso y armonioso, que hizo saltar, cantar y conectar con un público comprometido.
Courtney destacó por muchos dotes de su autoría y sello, no sólo su técnica de tocar a guitarra sin la uñeta- muy llamativa- dejó a todos enganchados a los riffs noventeros que ella se mandaba con distorsión y garra, sino que sus miradas demostraban una cercanía única cuando de cerca veía a los coristas de la reja disfrutando de sus canciones. Esa emoción fue compartida, mientras sus músicos de sesión también se volvían partícipes de esta gran jornada. Hubo momentos notables en donde se demostró el cariño mutuo de sus seguidores a la artista, en donde después de haber terminado «Avant-Gardener«, un fanático le regaló un ramo de flores, a lo que de manera inocente y genuina, Courtney recibió abrazando agradecidamente este presente.
Pero uno de los factores más importantes de esta cita fue la vibra. Hay shows en los cuales las visuales logran ser un espectaculo por si solo, o que los efectos en sus diferentes ejes (arte, luces, etc.) logran darle un toque cinematográfico logran dar el toque fijo. Pero para Courtney y compañía lo único que se necesitó fue honestidad, desquite rockero y energía para dar un show con lo standard de la ocasión. Blondie en un escenario con adornos pequeños y un trabajo de luces anímico con las vibraciones, y tres músicos. Para los que lo presenciaron, saben que: menos es más.
Courtney demostró esa faceta sincera y oscura en esta nueva etapa con su disco «Tell me how you really feel«, una muestra de pensamientos ansiosos en un mundo muy rápido y con cada vez menos reflexión de su entorno. En cierta manera fue una etapa introspectiva por la cual ella tuvo que pasar para entender que querría componer, y siendo una conocedora de esta psicología, ella llegó ayer como una psicóloga. Compartiendo sus soluciones, y el público respondiendo como pacientes curados de una enfermedad, en una terapia musical que enterneció a más de alguno en el lugar. Con solo dos discos bajo su manga, y su única colaboración con Kurt Vile en estudio, Barnett cerró con «Let It Go» acapella, «Kims Caravan» e «History«, la banda finalizó el-hasta ahora- mejor paso que ha tenido en nuestro país en solitario.
Ojala se devolviese ese gustito por la puesta en escena clásica, llena de emoción y esa fuerza que solo se puede presenciar en vivo. Courtney se apoderó de sus obras, y las volvió un show humano lleno de una rabia reprimida, pero que en el fondo proyectaba su mente en los amplificadores del recinto. Distorsión, ironía en sus letras y el suspiro visual de una mirada enamorada de sus fanáticos, ayer pareció un paseo por la nostalgia romántica del disconformismo juvenil, pero con una pose más poética.
