Tengamos claros que palabras sobran para describir la enorme influencia de Judas Priest en la historia del metal mundial, con canciones a bases de velocidad, actitud y mucho cuero. Una de esas agrupaciones que convocan a millones, y logran identificar a miles de almas en todos sus conciertos, a base de artillería pesada de riffs, y gritos desgarradores traídos desde el inframundo. Una mezcla poderosa de testosterona y agresividad que ha sido pilar en las bases del metal que conocemos hoy en día.

Los que escriben la historia siempre son los ganadores en la mayoría de los casos, pero para Judas Priest el camino no fue uno simple, pasando con muchas formaciones y cambios de integrantes en sus inicios. El buscar el sonido fue algo frustrante, esto teniendo en cuenta que su primer disco Rocka Rolla no cumplió con las expectativas exigentes que el público y la discográfica buscaban en términos de venta durante los años 70s.

El hambre, la falta de ingresos y el sacrificio fueron los elementos que permitieron establecer una paciencia gloriosa con la cual banda logró dar en el clavo. Rob Halford, denominado Dios del Metal por sus gente, debido a su vozarrón e imponente carisma escénico, le dio ese toque que necesitaban para llegar a la cima rompiendo barreras y desatando una ola de clásicos del metal con trabajos esenciales como «British Steel«, «Screaming for Vengeance» y así marcar su legado para siempre.

La banda durante sus años de excesos y fama pasó por momentos turbulentos, esto debido a la condición sexual que aquejaba a Rob Halford dentro de un mundo machista como el del metal (escena que actualmente es más abierta a estos temas), siendo que él desde temprano supo que era homosexual, tema que lo reprimió por muchos años. Muchas de esta razones lo metieron en el mundo de las drogas y el alcohol, terminando en su salida definitiva y abrupto. El grupo quedaba cojo, y necesitaba un reemplazante o una solución inmediata que no fuese la muerte de Judas Priest, y es ahí cuando un aficionado imitador de Halford es encontrado en su máximo estado de catarsis en un local en Virginia, el baterista Scott Travis-principal pieza dentro de la sonoridad del grupo- vio a Ripper Owens elogiando de manera soberbia el trabajo vocal y de frontman del nombrado Dios del Metal, y no dudo dos veces en mandarle un video a sus compañeros. Es ahí cuando una nueva etapa comienza, y con eso una larga pausa decía adiós.

La mayoría de esa historia se reduce  a una sola palabra: redención. Todos los vacíos que afectaron la carrera activa de Judas Priest tuvieron su vuelta, con la intención de terminar la historia de una de las agrupaciones legendarias del metal en gloria y majestad. La banda ahora cuenta con la mayoría de sus exponente fundamentales, lanzando discos con su distintivo sello musical y girando por todo el mundo, destruyendo escenarios al son de un metal de raíz puro.

Ahora Judas Priest viene promocionando su último trabajo, y uno de los más elogiados del metal de este año, «Firepower«, el cual devolvió las raíces de sus canciones, y nos entregó una excusa inminente para volver a nuestro país en el marco de «Santiago Gets Louder Meets Solid Rock«.