La banda californiana desató la locura en el cierre de la segunda jornada del festival y, frente a la incansable comparación con su fallido show del 2014, su presentación dejó una sensación de mejora y perfeccionamiento.

Por María Fernanda Verdugo

Red Hot Chili Peppers fue, sin dudas, el show más convocante de la segunda jornada de Lollapalooza Chile 2018. La banda californiana brilló al desatar sus más de tres décadas de carrera, frente a un público que ya llevaba un buen rato de la jornada esperando su arribo. Para suerte de algunos, horas antes en el mismo escenario se había presentado Chancho en Piedra con su «Experiencia La Dieta de Lagarto», un show que muchos disfrutaron para luego esperar a los estadounidenses.

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Una hora y media pareció un tanto mezquino para una agrupación que guarda un lugar tan especial en los corazones de los 60 mil asistentes que brillaron la noche del sábado en el Parque O’Higgins. Éxitos y clásicos tenían de sobra y finalmente no defraudaron cuando Flea, Chad Smith y Josh Klinghoffer arremetieron con una introducción instrumental, dejando claro que la ejecución de los instrumentos es algo que manejan a la perfección.  Sólo unos segundos más tarde, Anthony Kiedis fue el encargado de arrancar con el show oficialmente.

Josh Klinghoffer

«Can’t Stop» fue la elegida para comenzar un setlist que obvió algunos clásicos archiconocidos para arriesgarse con joyas de su histórico cancionero como «Don’t Forget Me», «If» o «Strip my mind»; incluir algunos cortes de su último disco «The Getaway» (2016), como «Go Robot» y «Dark Necessities»; e incluso versonar un clásico de The Stooges con «I wanna be your dog», canciones que los sacaron del marco de la nostalgia, para refrescar su presentación ante una audiencia que recogió a un contingente de fans veteranos, pero también un ejército de jóvenes seguidores que respondieron con la misma energía.

El regreso de los californianos a Santiago estuvo invadido por las dudas frente al recuerdo de un estropeado concierto en Lollapalooza 2014. Pero, por suerte, esta vez fue distinto. Las improvisaciones sobre el escenario que ya son sello característico de Red Hot Chili Peppers brillaron como nunca; la batería de Chad Smith fue el cañón que dio combustible a la increíble ejecución de Flea y Klinghoffer. Este último fue uno de los que más brilló; si el 2014 seguía siendo apuntando como un reemplazante, lo que Klinghoffer hizo anoche fue quitarse para siempre esa etiqueta y demostrar por qué es un auténtico Red Hot Chili Pepper más. Ante a quienes le quedaran dudas, el primer encore estuvo a cargo del guitarrista que sólo sobre el escenario interpretó una notable versión de Lover, You Should’ve Come Over de Jeff Buckley.

Chad SMITH

Aunque difícilmente lo que buscaban era venir a reivindicarse, Red Hot Chili Peppers probó haber fortalecido su fiato y conexión sobre el escenario., todo en medio de una fiesta al servicio de los sonidos del funk y el rock que sólo ellos saben ejecutar. «Give it away» fue la encarga de poner punto final a una presentación que demostró una vez más la vigencia y trayectoria de la banda californiana, que quitó el sabor amargo de su anterior paso por chile, pero que los encaminó en una revancha que muchos esperan presenciar nuevamente en suelo nacional.