A estas alturas, y luego de casi 15 años, no vale la pena ahondar respecto al romance entre Dream Theater y el público chileno, una relación que perdura más allá de todo lo imaginable. No solo se trata de la banda más popular del Metal Progresivo, sino de una institución que reivindica desde hace más de tres décadas los valores de un género que, por mucho que los textos de historia utilizen el término «prog» para referirse a una era determinada -la década del ’70, obvio-, implica una forma de pensar, ver y hacer las cosas. Seas un músico con formación estrictamente académica o un melómano exigente, el quinteto comandado por el inefable John Petrucci sabe perfectamente cómo complacer a su fanaticada sin ceder un gramo de su integridad, y la presentación de anoche en un abarrotado Movistar Arena fue la clara prueba de aquello. Más aún, al recién editado «Distance Over Time» se le sumaba la interpretación de «Metropolis Pt2: Scenes From A Memory«, para muchos el peak creativo y lo más cercano a un «The Wall» moderno. Por ende, obligatoria la asistencia, sin importar si eres fan acérrimo o frunciste el ceño con sus trabajos recientes.

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Juan Kattan – Ruta Rock

Las expectativas respecto a lo mencionado anteriormente, eran altas y acá no hay prejuicio que valga. Mike Mangini hace rato que dejó de ocupar la vacante dejada por su tocayo Portnoy en los tarros, ahora el fiato con sus compañeros se siente de toda la vida y eso se agradece cuando un conjunto humano sobresale en favor de la música por sobre la individualidad. Por otro lado, el sabor amargo de su visita anterior con el polémico «The Astonishing» se vio compensado con la ejecución íntegra de la bestia del ’99, rememorando una etapa irrepetible para los norteamericanos como cultores de un estilo que intercala la experticia técnica y la orientación conceptual, todo reforzado con esos riffs metaleros de alto octanaje con que la firma de Dream Theater se impone con la superioridad propia de la buena música, independiente de cualquier clasificación externa.

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A lo que vamos, con las luces apagándose y la intro «Atlas» preparándonos para lo que se viene, mientras el fondo del escenario proyecta a un androide en su nave espacial revisando en su computador la discografía de los norteamericanos, muy en plan futurista y digno de la mejor película de ciencia-ficción.  De pronto, el combo Petrucci-Myung-Rudess-Mangini apareciendo en escena para darle con todo a «Unthetered Angel«, con James LaBrie completando el cuadro. Apertura impecable, con un sello inconfundible que se expande hasta lo imaginable, un juego de luces y efectos visuales a la altura de lo requerido y un sonido que de a poco mejoró sin empañar la jornada en lo absoluto. Puede que «Distance Over Time» no sea precisamente una novedad como tal, pero en los directos recientes funciona de maravilla y la selección del repertorio no pudo ser más acertada. De inmediato le sigue «A Nightmare To Remember«, un bombazo de Metal sinfónico cuyos 15′ de duración se sienten en vivo como un descenso hacia el inframundo con alguna que otra parada en el purgatorio. Quizás el único pero podría ser la sección gutural originalmente cantada por Mike Portnoy en su versión en estudio, donde LaBrie asume dicho rol con problemas de tono para arreglarla al final; incluso se da el tiempo para saludar al público y recordarnos esa noche de diciembre de 2005 en la Pista Atlética, un debut marcado por la asistencia más alta que haya registrado Dream Theater en toda su carrera. De todas formas, no hay derecho a pataleo ante tamaño despliegue de potencia y buen gusto en todas sus líneas.

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La recepción que obtuvo «Distance Over Time» tras su lanzamiento a comienzos del año que se nos va, se traduce en la brillo con que «Fall Into The Light» y «Barstool Warrior» resaltan a la altura de los «clásicos», con la calidad intacta y disipando toda duda en el lugar de los hechos. John Petrucci es el jefe, pero el trabajo que realiza Jordan Rudess en las teclas es acojonante. Sea con su kit giratorio, un iPod o su sintetizador con cuerpo de guitarra, el ‘pelado’ es un espectáculo aparte, muy en la onda de Keith Emerson y Rick Wakeman, pero fiel a la identidad con que su sonido esparce categoría por toneladas. En el bajo, el entrañable John Myung se anota como toda una eminencia en las bajas frecuencias, aunque hubo momentos en que el sonido jugó en contra al momento de marcar presencia. Y respecto a James LaBrie, pareciera que sobrellevaba el desgaste de su voz con un sentido de la emoción que sacude hasta la roca más dura.

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Y qué hay respecto a Mike Mangini? Basta con «In The Presence Of Enemies (Pt1)» para apreciar su aporte a DT durante la década que está por finalizar. Magistral, compensando con una sonrisa un par de errores que pasan desapercibidos en medio de la euforia, lo que nada mengua su desempeño a lo largo de la jornada. No se trata de perfección, sino de disfrutar y darle a la música en vivo esa espontaneidad con que todo fluye, como la naturaleza y las ganas de llegar a donde pocos se atreven. Completando la 1ra parte del show, las palabras del legendario astrónomo Carl Sagan dando paso a «Pale Blue Dot«, uno de los pasajes más sobresalientes de «Distance Over Time«, prácticamente hecha para los directos y derribando las fronteras del infinito.

Un break de 15′ y a lo que nos convoca con la pantalla del fondo anunciando lo prometido y presentando a los protagonistas de la obra maestra en cuestión. El tic-tac del reloj, la voz del hipnotizador sumergiéndonos en su trance y James LaBrie dándonos una versión de «Regression» que nos puso los pelos de punta, para continuar de una con la apoteosis de «Overture 1928«. Glorioso, épico, momento esperado durante casi 20 años para quienes quedamos marcando ocupado con el legendario VHS «Metropolis 2000: Live From New York«. No estamos soñando, «Strange Deja-Vu» irrumpe de una para cachetearnos y probar que no hay truco acá. El océano humano desata su furia con el poder de la música y la tormenta alcanza su perfección. Y tras un poco de calma con «Through My Words«, el dramatismo electrizante de «Fatal Tragedy» nos sacude sin misericordia, para que «Beyond This Life» termine por echarlo todo abajo, literalmente. Es verdad, no es la 1ra vez que Dream Theater viene a nuestro país, pero dicho pasaje resume en necesidad de palabras todo lo que significa la propuesta de estos señores para una gallada hambrienta de música de otro nivel. Rematando la 1ra mitad, «Through Her Eyes» y la emoción a flor de piel. Sí, emoción. Así debe ser la música, lo que debe provocar en primer lugar.

El veneno implacable de «Home» inunda cada rincón del recinto sin que nada ni nadie pueda escapar a su mortífero efecto, mientras que «The Dance Of Eternity» emerge como un deleite al más puro estilo de «YYZ» de Rush, con Petrucci, Myung y Rudess exponiendo sus credenciales como supremos maestros en sus respectivos instrumentos y responsables de un sonido que utiliza el dominio técnico como un medio de comunicación. Locura total que contrasta con el lamento de «One Last Time» y el público apropiándose de su coro, bajo el consentimiento de un alborozado LaBrie. Faltan palabras para describir algo así, donde la buena música triunfa por sus méritos y el despliegue con que sus ejecutantes destacan por igual en favor de lo que realmente importa.

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Poco se puede decir sobre «The Spirit Carries On«, porque se trata de un pasaje en que nuestros pensamientos y emociones fluyen hasta acariciar el alma con la calidez del amor ante el encuentro con la muerte. Ver y escuchar a Petrucci dándole cara a David Gilmour, casi nada en ese solo que supera toda preferencia personal, mientras LaBrie te da una clase magistral de canto e interpretación con el alma. Y culminando el viaje a través de «Scenes…«, la catarsis total con «Finally Free» y el cierre de una historia que abarca la muerte, el amor y la reencarnación como tópicos en una línea conceptual que se mantiene vigente desde hace dos décadas.

Y así es como damos por finalizada la jornada, de la mano de «At Wit’s End» y dejando en claro que la distancia entre el pasado y el presente es la suma que nos da un buen augurio para lo que se viene. Esperemos que sea así, incluso habiendo hecho todo hace un buen rato. En gran parte se explica en ese aspecto el éxito que cosecha Dream Theater como aprendices y maestros de la eternidad. Después de todo, lo que uno aprende en esta época se conlleva más allá de esta vida.