EMERGENCIA INDEPENDIENTE

Valparaíso es ese territorio en el cual miles de emociones se pueden percibir y encontrar solo con recorrerla brevemente. ¿Qué tipo de sensaciones? pues una tierra llena de riqueza cultural en todas sus áreas, no solo por sus tranquilos y largos cerros, si no también por la eterna bohemia que inunda las noches del puerto. Imagina tener esas variantes muy presentes, y hacerlas una narrativa folclórica dentro de la búsqueda del hombre con su espíritu animal, tratando de cavar de su zona de conformidad, para encontrarse con el fuego ardiente de un lugar azotado por los incendios. Incendios metafóricos como su historia y matices sociales.

Esto es lo que Cerro Perro ofrece en su primer trabajo de estudio, una banda con una identidad clara y muy llamativa, que no solamente destaca por su misticidad, sino que también por su narración sonora, replicada en una portada que explaya este camino a la verdad, que termina en turbulentas pesadillas y eterno roce. Esta obra visual fue creada por el ilustrador, Gabriel Maragaño.

Para darle inicio a esta nueva sección llamada «Emergencia Independiente», haremos reseña de lo que este nuevo lanzamiento significa para la música porteña, y también de los diferentes matices que compone dentro de su calidad musical y propuesta. Una emergencia en el sentido de lo potente que se está armando esta variedad musical en la V región, y de las barreras que tienen que saltar para lograr un nombre -o en este caso- grabar un disco con esta proyección. La banda está compuesta por Eduardo Olivares (Voz), Oscar Andrés (Batería), Pablo Jara (Bajo) y Elliott Olivares (Guitarra).

TRAPOS

Entre pausados y sombríos pasajes, «Xo on» nos viene a dar una introducción misteriosa y tribal, algo que al oído se puede imaginar como el hogar de una tribu en su día a día, compartiendo con su alrededor. La tranquilidad del lugar, percibida de manera hogareña sin ningún peligro venidero. Todo esto hasta que desde lo más lejano, se empieza a escuchar una premonición urgente, sin previo aviso algo se avecina con «Vienen»– y con eso- los aires del cerro comienzan a convertirse en temblores de temor. Las voces se oscurecen, se vuelven profetas de una nueva tierra que no está presente en el cerro del cual forman parte, sino que abajo en sus ruinas. Las energías acá comienzan a jugar con el oído, y sus efectos sonoros empiezan a convertirse en preguntas que se van potenciando por las auras desconocidas de un infierno relatado.

Estas dos canciones logran hacer un hilo conductor hermoso en su producción, con un imaginario que tiene vibra y gracia poética en su manifestación. Influencias del folclor se desenvuelven con un rock psicodélico mucho más denso, en donde podemos escuchar la voz de Eduardo como la de un actor interpretando diferentes voces para darle vida a esta historia. «Niño Descalzo» se vuelve su castigo hablado, como esa retada del líder de la tribu incriminando a un rebelde e inquieto guerrero, que busca descubrir nuevas sensaciones e ideas aparte de las que ya conoce en su hogar. Es una poesía cargada de  cuestionamientos e intensidad, marcada por sus compañeros mientras el relato va tomando un cambio en la actitud de tal personaje.

Todo es una antesala a la epifanía onírica de «Vengo de un Sueño», un susurro que va convenciendo al protagonista de tomar este viaje peligroso, sin importar lo que ocurra con su presente, total, él necesita descubrir la «verdad» de lo que hay bajo de sus montañas, de sus orígenes. Si hay vida en la cima, desde la raíz y abajo, debe existir un comienzo de todo. Este mismo sueño que se menciona parece ser parte misma de «Nado en el Aire», una alegoría al viaje que este hombre toma decidido, en estas aves que lo llevan a casa, tal vez de manera simbólica. Esta última es la primera canción del disco que se atreve a dar los primeros pasos más aventureros en la instrumental, con secciones que recuerdan mucho a Los Jaivas, pero que luego son interceptadas por quiebres dignos de Rush y otras más, esto sin perder el filo de la historia, y hacia el encuentro que lleva. Acá se puede apreciar de manera soberbia la química de la historia con las habilidades ambientales de sus músicos, una prendida a la antorcha para visualizar el próximo destino.

Desde acá en adelante el disco toma un cambio brusco, los vientos anuncian que los fuegos están latentes, que la sangre corre por el río, y que las fuerzas comienzan a martillar sin piedad en este final del recorrido. Acá todo se torna un cambio de piel importante y definitorio, debido a que el metal y el punk comienzan a ser protagonistas del encuentro primitivo del guerrero con su búsqueda. Como un plot twist inesperado, como si hubieses consumido de la ayahuasca más gloriosa, todo comienza a convertirse en un mal viaje de ida.

«Valparaíso en Niebla» es una mezcla de muchos estilos aplicados de manera magistral, comienza con las notas de la guitarra siendo el hablante de esta parte y la batería marcando de manera perfecta como si fuesen los pasos finales. Pero como toda travesía, siempre hay una advertencia previa para lo que se presenta, y en este caso la banda mete unos riffs poderosos y pesados en el medio de la canción, en donde en un intento de experimento exitoso, se logra crear una muy buena definición de lo que una voz metalera folclórica significa. Ya tenemos un avistamiento de la distorsión que se viene a apoderar del álbum. «El Entierro» da comienzo a esta transcendencia al descubrimiento, entre pasajes más ambientados en el desorden y la destrucción, con uso de instrumentos indígenas que van acechando con sus dagas para anunciar el inicio del final. «Desde las montañas al mar se esconde tu verdad» dice Eduardo, con un tono de indio alarmado.

Todo da termino con dos canciones que incitan al mosh por su simpleza directa al hueso, «Duro Duro» es la puerta a la locura y sus pecados, es la incitación al placer con sus dos caras. El guerrero está dentro de un limbo eterno de pensamientos ajenos que lo provocan, él puede ser el único que puede decidir si alejarse o seguir avanzando bajo este infierno. De los tracks del disco, este es el más mosheable, escuchas todo ese sinfín de alarmas y gritos desesperados, mientras uno se siente en el medio del descontrol en vivo. Es brutal. Pero cuando menos lo esperas, la palabra «se acabó» va invadiendo la mente para darle corte brusco a esta canción. «Soldado» es entrar a la guerra que nunca quisiste, los atrevidos y valientes toman sus armas para luego encontrarse con la muerte y el arrepentimiento en sus propios ojos, mientras las sirenas anuncian el bombardeo inesperado desde los cielos, con una marcha militar asesinando a su alrededor, mientras la guitarra distorsiona sus cercanías con fuego. Pues este es el final de la vida, y de este hombre.

Cerro Perro – desde sus presentaciones en vivo – venía sorprendiendo por su sonido y puesta en escena, en donde la mayoría de las veces han logrado sorprender a diferentes tipos de público. La incógnita por 3 años fue el saber cómo llegaría ser representada su música en un trabajo discográfico, y el resultado es simplemente maravilloso. Decir interesante puede calzar, pero acá estamos presenciando el inicio de una carrera llena de innovación y frutos. La voz de Eduardo es la definición perfecta de hardcore melódico con entonación tradicional de folclor, es una mezcla muy hipnotizante, mientras que la guitarra de Eliott es una caja de sorpresas con sus diferentes efectos, él cuando menos esperas te ahuyenta, para después volver a tomar. Pablo y Oscar son un complemento espiritual totalmente, bajo y batería son siempre los que unifican al ritmo, pero el corazón de las canciones van siendo embrujadas con la presencia de ambos.

«Trapos» es un disco hermoso, sincero y sin miedo a atacar cuando se sienta atrapado. Es un recordatorio a nuestras raíces y al respeto de nuestro pueblos originarios, y del vaivén de ideas que aún se pueden descubrir desde la música de estos lares. Un debut que se muestra como es, sin pretender ni forzar cosas. Es una oda al experimentar y encontrarse con uno mismo.