Vivir el límite suele ser una de las consignas con la cual el rock y el metal van inmortalizando su discurso con el paso de los años. Las calaveras simbolizando la maldad del mundo, la muerte acechando con juegos estratégicos, y siendo ella misma la jueza de las injusticias de la vida. Todo recae en ella, pero a la vez, es su simple trabajo quitarnos cosas para trascender. El último disco de Black Label Society nos muestra algo parecido, lo conciso del riff metalero con vertientes del doom más fuertes que nunca, el pesado flujo de sus bajos, y la consistencia disonante de sus lamentos más fuertes.

Zakk Wylde tiene el lujo de ser uno de los mejores guitarristas de su generación, por haber formado parte de una de las formaciones más icónicas de la carrera solista de Ozzy Osbourne, compartiendo poder con Robert Trujillo en el bajo y Mike Bordin en la batería, un equipo de ensueño que logró amplificar todos sus decibeles en esa etapa nueva del Príncipe de las Tinieblas. Pero más adelante, con más ambición y proyección que antes, Black Label Society se crea con la intención de ser algo más que el proyecto alterno del guitarrista de Ozzy, al contrario, busca devolver al mundo ese gusto por estar al filo de la vida, la camisa de cuero y la actitud rompeculo del motoquero con lamentos. Poesía mortal que se ensaña en una constante pelea con la mortalidad acechando por los costados, asumiendo las consecuencias de este.

Videos musicales que también tratan de abordar sus temáticas de la manera más artística y metafórica posible, todo lleva a un solo camino en donde tienen que encontrarse los dos mundos: el terrenal y el espiritual. En este caso, una batalla constante con demostrarle a todo el mundo que la fatalidad está en todos lados, pero que así misma uno tiene que darle su merecido para vivir más. De vivir de un combustible oscuro, de esto se trata.

Pero ser alguien imponente y ruidoso no ha sido solamente parte de esta carretera mortal, Zakk ha tenido que lidiar con el fallecimiento de uno de sus mejores amigos, y uno de los guitarristas más influyentes de la década de los 90s, Dimebag Darrell de Pantera, quien fue asesinado por violencia de armas. En la canción de «In This River» suelta toda esa fibra emocional reprimida y pausada, un paso de reflexión para entender el ciclo como un río, que cuando apenas toma algo o alguien, simplemente se lo lleva sin aviso. Uno de las canciones más desgarradoras antes escuchada.

Habiendo visitado nuestro país en tres ocasiones (2008, 2011, 2014), su setlist ha ido significado el cambio de los tiempos y de los ánimos igualmente, eso agrégale la pérdida de grandes amigos y músicos con el transcurso de los años. Ahora con su disco, «Grimmes Hits«, llega cargado de un desquite más cercano a la oscuridad, con una vibra más condensada a la tinta negra de sus caídos, mucho más emocional pero con fuerza garantizado. Esta nueva visita a Chile se ejecutará en el templo preciado del metal en Santiago, el Teatro Caupolicán, en donde Zakk y compañía estarán retumbando los interiores con olor a azufre y mucha potencia este viernes.