El telón enorme con las profecías y pecados de una inminente destrucción, vestidas por los incendiarios fuegos del infierno flameando con la cruz al medio de las plegarias. Las víctimas estaban a punto de convertirse en seguidores del traidor, en una fiesta de desorden despiadado, en el punto culmine de una noche intensa. Black Sabbath empieza a sonar de fondo con las sirenas de simulacro de ´War Pigs´, mientras los más de 15 mil mortales se rendían ante las plegarias del tema. De a poco la música se fue fundiendo, y luces traseras rodearon el escenario, a lo que ya la cuenta regresiva acababa. El telón bajó en gloria y majestad, y Judas Priest apareció para prender la maquinaria de metal que cerró esta edición de Santiago Gets Louder.

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Desde ese punto en adelante nada fue igual, todo se convirtió en una artillería sin intención de dejar vivir a sus seguidores, fue una aplanadora asesina dispuesta a destripar a todo a su alrededor. Y es que no todo fue basado en los enormes himnos del metal que esta banda tiene, el marco de su último disco-y muy elogiado- «Firepower» tuvo una parte importante al mostrar su poderío con el tema homónimo de ese trabajo. Lo que ocurrió durante las dos horas de concierto fue una muestra de maestría innata de brutalidad, velocidad y carisma.

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Todos los miembros del grupo estuvieron en sus puntos enormes de éxtasis, y es una obligación violenta nombrar la inigualable capacidad vocal con la que el Metal God, Rob Halford, llegó a presentarse al concierto. El 2015 si bien tuvo la energía y la presencia, su voz tenía algunas complicaciones, pero ayer llegó a dar una patada en la cabeza a todo el Movistar, con una imponente capacidad vocal que dejó a todos tirados en el piso. Esos gritos en ´Painkiller´ y ´Turbo Lover´no eran para creerlos. En el lado izquierdo del escenario se encontraba Richie Faulkner en sus vestimentas de cuero, simplemente derrochando toda su extensa habilidad en la distorsionada guitarra, él era el alma de las 6 cuerdas y probando que él es el mejor desde que ingresó a la banda, mientras que su compañero- y el reemplazante de Glenn Tipton- Andy Sneap mostró su actitud metalera frente al lado derecho de la reja, en donde siempre cruzó miradas con los fanáticos. Scott Travis, nada que decir, una bestia enorme cuando hablamos de las baterías más devastadoras que han existido en la historia del metal, el viernes más que comprobado. Muy atrás y siempre cabeceando al paso hípico de los temas, estaba Ian Hill ejecutando los riffs en bajo de manera efectiva y con una actitud que estaba solo rodeada para él mismo, pero siempre ahí entregando un show desde un lugar estático, mientras todos ya-prendidos y explosivos- estaban dando todo.

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La puesta en escena fue impresionante, las pantallas deslumbraban con videos y metrajes que hacían mucho más épicas las interpretaciones épicas de canciones como ´You Got´ve Another Thing Comin´ y ´The Ripper´, haciendo calzar momentos con la música en vivo en las secciones instrumentales. Pero yo creo que los momentos más disfrutables y clásicos fueron la llegada de Rob en motocicleta, insignia de la historia de la banda y de la vida del cantante frente a los mensajes ocultos que entregaba sobre su homosexualidad en sus años de fama. Pero nada es más gozador que ver a Richie, Ian y Andy cabeceando al ritmo de ´Breaking The Law´, como lo harían Tipton y KK en sus respectivos puestos. Fue un festín de metal para el historiador amante del grupo.

Judas Priest volvió para sentar su trono de manera imponente y poderosa. Ellos no tienen que demostrar nada, solo basta que les des el espacio, y la banda te hará gritar, empujar, sentir, cantar y sufrir en diferentes etapas de desmedida potencia. Tuvieron solo una misión ayer y la cumplieron de manera sencilla, el desatar una fuerza devastadora que no tuviese piedad con nada ni nadie. Fue una cátedra de metal para todas las generaciones.

Judas Priest