ROSA MORIBUNDA

Si eres de la zona de la quinta región y tienes como principal panorama el conocer bares para escuchar bandas en vivo, pues lo más posible es que el nombre de esta agrupación se te haga muy conocido, y sin darte cuenta, lo has visto en carteles de festivales dentro y fuera de la región. Esta banda de la quinta deja en claro como la ambición, las ganas y las acciones demuestran algo poderoso cuando en unión se confabulan. Rosa Moribunda contiene un lado experimental que quiere explotar por todos sus rincones musicales, y es que además de algunas referencias poéticas que su música contiene, contiene ese cosquilleo que los vuelve una banda peligrosa y provocativa cuando se lo propone. Una contra-respuesta a estos tiempos que se pintan de liberales, pero en su disfraz malévolo, aún se perciben conservadores.

Compuesto por Gonzalo Barrueto (aka Rosita/voz),  Cristián Núñez (guitarra eléctrica), Alejandro Villaroel (batería), Andrés Valenzuela (bajo eléctrico) y Matías Zuñiga (teclado), Rosa Moribunda se ha convertido en una experiencia que desafía la cotidianidad a través de elementos que-aunque suene contradictorio- parecen cotidianos. Además en muy corto tiempo lograron ser una de las agrupaciones con más apoyo dentro del proceso de Escuelas de Rock en Valparaíso, y lograr una comentada presentación en los escenarios del Rockódromo a principios de este año. Ahora, bajo un proceso intenso de creatividad y ambición, el grupo lanzó su debut, con la denominación de «52».

52

2 días enteros tomó la grabación completa de este disco, teniendo todas las herramientas y haciendo arreglos de post-producción que enriquecieron esta experiencia que se volvió una manifestación totalmente bipolar. Escritos indelebles, instrumental narrativa y una atmósfera que- sin previo aviso- mostró sus lados opuestos. Escuchar este trabajo musical es abordar muchas cosas en una sola obra, y esa es la gracia de esta alma que está sola en la sociedad escribiendo canciones. Buscando respuestas en donde hay preguntas, tratando de encajar en un universo de estilos que es atractivo en su sonido y ejecución. Es un experimento vital que te hace cabecear, como también sufrir.

«La Vida Está Colgando» está en una clave musical totalmente impredecible, comienza como una sección de jazz latino tranquila, mientras el teclado galáctico de Matías Zuñiga va ensalzando con melodías oníricas, y Gonzalo Barrueto comienza a relatar un tipo de diario de vida crudo y sin pausas. El quiebre se vuelve una historia relatada con los teclados guiando a una salida espacial inesperada, retomada por el bajo y la batería como propulsores de ese viaje. Las guitarras se vuelven estruendos de una mente en éxtasis, que descienden a una realidad dramática, una que -al ritmo de una caja de marcha militar- se alinean con los latidos de un corazón confundido. Cristián Nuñez se manda un solo exquisito y limpio, en un desquite épico en su instancia, desplegando velocidad y sentimiento para retornar al inicio del tema.

Lo que era una experiencia totalmente cinematográfica y rara, de inmediato se convirtió en un bolero desangrado de lamento y dolor por el amor, mutando hacia una pieza pasional. «Te Amo» abre la interpretación en sus declaraciones oscuras y fuertes, camufladas como palabras bellas de amor en el protagonismo de Rosita, el alter ego de Gonzalo. Él capta la atención de los oídos apenas empieza a contarte de este desamor tan doloroso. Te enamora con su rango vocal, en una ambientación tradicional que es una máquina del tiempo lograda de manera original y genuina. Pero el plus son sus palabras y situaciones planteadas, el «tomarse un buen vino y el fumarse unos paraguas» pueden tornarse un final inesperado, como también un día normal en la vida de un artista.

Extraterrestres, seres de otro planeta, y trascendencia astral, el efecto cambiante del grupo muestra como de un pensamiento pequeño, pueden sobresalir los poemas más complejos y bellos, mientras por fuera se ve todo normal. Al menos así lo dejó claro el arte del sencillo «Ruidos», en donde se muestra la cabeza de una persona meditando a ciegas, mientras en la cima se ven estos caballos libres en manadas haciendo eco. Esa misma imagen define totalmente este track, algo que le prestas atención con su caos y detalle de manera detenida.

Después de tanta confusión, «Inestable» llega como el tema que viene a desordenar todo para el deleite rockero, incluso con ganas de moshear en el transcurso. Es igual de triste al inicio, pero luego se convierte en una motivación ejercida por el arranque riffero prendido por todos sus integrantes. Intensidad ascendente, que se convierte en una explosión de todas sus influencias musicales. Se percibe Spinetta, como también a Zeppelin, eso la vuelve un rompecabezas de múltiples sensaciones. «Amor de Papel» trata de volver a donde el segundo tema nos dejó, en un lamento alargado y pausado, ahora mucho más sensual y con delicadeza bluesera. Lista para la fiesta de salsa y batucada más vacilona del álbum, en una sección rítmica que se convierte en un paseo por la calle Aníbal Pinto en esas largas noches de desenfreno y rebeldía en Valparaíso.

«Domingo VII»- sin desmerecer el talento enorme de los integrantes- es la canción que Jeff Buckley hubiese creado si hubiese nacido en Latinoamérica, con esa misma intención y necesidad de buscar una razón para la cual expresar sus desamores y relatos del día a día. Pero la formula de mezclar todo se vuelve ruido, y mucho más con ese breakdown a lo Faith No More y Mr. Bungle, un despliegue enfermo de locura musical llevada a la furia. El animal saliendo de su jaula porque quiere, y un final que suena feliz por la libertad de esta bestia, pero que pretende dejar algo oscuro en su pasar. Entre risas de ensayo y sus miembros gritando de manera caricaturesca el título del disco, se da final con la excelente improvisación de Alejandro Villaroel en la batería con la entretenida «Paranoia», compartiendo una química amigable entre Cristián en las 6 cuerdas y Andrés Valenzuela marcando el patrón experimental con el bajo.

La producción de este disco contiene una cosa innegable, un cariño enorme frente a una idea que alguna vez solo fue eso solamente, una idea. El plantearse como llevar a la vida una canción es siempre una pelea externa e interna que necesita encontrar a sus piezas correctas, para poder salir a flote. Se percibe viva como sus presentaciones en vivo, incluso si no mencionas al comienzo que este disco fue grabado en 2 días y totalmente en vivo, igualmente te terminas convenciendo de que algo orgánico se cosechó con esta práctica milenaria que bandas históricas como Rage Against The Machine o At The Drive In han hecho en sus placas más importantes. Si bien acá tenemos a un personaje como Rosita siendo un narrador carismático y con una garganta sin fronteras, se nota la química musical que los destaca como una agrupación, es una fuerza que busca su espacio respetuoso para que cada uno de luzca sin sobrepasar al otro. Es una alma, representada por cinco músicos ambiciosos.

Las letras son para sentarse y darles análisis, es un testamento con muchas nociones y críticas de su entorno, escritas con la intención de provocar y hacer pensar. Logran transmitir una sensación artística que es totalmente interpretativa, cosa que se agradece hoy en día, no entregando todo servido. Uno tiene que concentrarse y tratar de darles sentido por uno mismo, o tratar de acercarse al significado que el intérprete quiere darle.

Es vanguardia porteña con nuevos aires. El siempre imitado sonido del rock setentero, pero convertido en un producto fresco y novedoso, en un punto en el cual mientras más avanzan los temas, se terminan descubriendo nuevos sonidos e ideas. Es el descubrir, y seguir descubriendo en la búsqueda de una solución en composición, que siempre esconde sus guiños como sorpresa. Es jugado, es bohemio, es una muestra clara de como una mente en colectivo puede hacer maravillas combinando sus gustos para crear momentos que se queden en tu cabeza, más que hits.