Por Claudio Miranda

Lo dice el Sr Spock en “The Wrath of Khan”, la 2da película -y la más exitosa- de la franquicia Star Trek: “Como cuestión de historia cósmica, siempre ha sido más fácil destruir que crear”. No hay implicación moral que valga cuando es sabido que gran parte de crear va de la mano con DESTRUIR. Y si una palabra tan simple es capaz de provocar un efecto de choque en la gente, como título de un álbum te hace una idea de lo que la música extrema pude y debe hacer.

Tras el debut bestial con Silent Conspiracy (2018), Sobernot vuelve a la palestra con una placa que apela derechamente a provocar el mayor daño (im)posible. Con una Opera Prima de tamaña categoría, parecía difícil imaginar lo que se venía, y mucho más en un contexto de emergencia mundial, donde la música en vivo se detuvo y la incertidumbre envolvió a todo el orbe. Por otro lado, y como sus creadores lo declararon en el lanzamiento a la prensa, gran parte de Destroy fue concebida durante los meses de encierro obligado, lo que explica de todas formas su personalidad incendiaria, cercana al death metal desde la tripa y diciéndote unas cuantas verdades a la cara, aunque te caiga como patada en el estómago.

¿Es casualidad el arranque con “No Mercy” y todo lo que pasa de principio a fin? Por ningún motivo. La batería de Pyro, desde su solo demencial al puro estilo de Scott Travis en “Painkiller”, dice ‘presente’ con una contundencia a prueba de cualquier juicio ajeno. Lo que es dejar la vida en cada golpe, mientras sus tres compañeros de equipo se unen para desplegar juntos la paliza sónica en el amanecer del cataclismo. Con toda la locura y nada de sutilezas, un K.O. en el 1er asalto.

En una placa compacta y sólida en cada surco, nos hace sentido que “Smoke Masters” fuera elegida como adelanto. Sobernot no solamente es sinónimo de moler carne, sino una fábrica de coros “in-your-face” y melodías pegadizas, siempre en base a buen gusto y ambición. Y es que el trabajo vocal de Vaigo es una cátedra cuando se trata de combinar potencia y jerarquía, lo que va más allá de un género en cuestión, intercalando gritos sobrehumanos con líneas melódicas tan certeras como deliciosas. “Gimme my money back!”, grita una y otra vez con insistencia, en especial a quienes se escudan en el “título profesional” para articular estupideces por gusto. Literalmente, hecha con dedicatoria.

Death By Cunningulus”, y su riff principal con brochazos del Meshuggah noventero, nos disipa toda duda sobre las diferencias entre el Sobernot circa 2022 y el su debut rompedor un par de años atrás. Sobretodo en lo que respecta al sonido, mucho más cristalino en este 2do esfuerzo, y con Yakls despachándose un solo repleto de pachorra por kilos, al mismo tiempo que su groove te deja en claro que su labor es vital en todo sentido. Cabe destacar que se trata del primer corte que pudimos disfrutar en vivo, allá en 2019, y en su versión en estudio se impone con toda la definición de un golazo al ángulo.

El contraste entre el groove ‘vacilón-punk’ de “Tyrant Machine” y la bruma mortuoria de “Across the Toxic Dew”, es digno de todo un estudio. En especial por cómo el cuarteto toma sus influencias y hacia dónde las lleva. Mientras que en el primer track arranca y hiere en plan Anthrax, “Across…” se jacta de su intro acústica a lo Yes -sí, leyó bien, la agrupación más popular del prog británico en los ‘70s- para adentrarnos en un relato de locura con naturaleza pensante, claramente influenciado por Queensryche. Invocando al maestro Bill Bruford: “no es de dónde lo sacas, sino a dónde lo llevas”. Y Sobernot toma aquellas influencias que parecen disímiles entre sí, y las destina a su propio reto artístico.

I Recommend Amputation” y su comportamiento pendenciero, denota a kilómetros el gusto de Sobernot por la música extrema de los ’90s. Para ser más precisos, lo que es meter en una juguera el rupturismo de Faith No More y la paliza arrolladora de Fear Factory, con su cucharada extra de Cannibal Corpse (The Bleeding en adelante). El final death metal, así de lo más visceral, es tan inhumano como pletórico, a la vez que no te lo esperas porque, igual que una rebanada en el cuello, te llega de sorpresa. Al igual que “Servants of the Yellow King”, el 1er adelanto de Destroy y una muestra de la definición que proyecta Sobernot sobre la música extrema. No solo es probarse como instrumentistas, sino llevar la exigencia hacia una liga donde muchos sueñan entrar, pero pocos logran permanecer y dominar.

No se puede creer lo que ocurre en “The Second Coming”, metal con desplante hardcore-punk y demandante en cuanto a resistencia por sobre lo virtuoso. ¿Por qué increíble aquello? Muy simple: no es lo que suena, sino lo que se respira. Si Silent Conspiracy era un álbum más ‘ondero’ en ciertos aspectos, Destroy chorrea amargura y tripas como si nada más importara. Perfecto control, total descontrol, con la voz de Vaigor ladrando castigo e ira con voluntad sanguinaria.

En la recta final, una suprema versión de “Killer Winter” -original del mítico grupo rancagüino death metal Psicosis- encaja de perilla en la máquina infernal de Destroy, dejando en claro que esto va más allá del homenaje; en Sobernot el metal chileno es una cuestión de identidad y valoración. Y llegando al final, el corte que le da título a la placa, donde se justifica no solo el título, sino el orden en la lista.

 “Destroy” (la canción) nos resume la impronta de Destroy (el álbum), la de estos Sobernot que no se guardan nada y, a la vez, se sacan riffs e ideas con un brío inusual para estos tiempos. Lo mejor de todo, es que donde uno piensa que impera el lugar común y el cliché hasta el cansancio, simplemente no los hay. En vez de eso, hay una tonelada de ideas y virajes que fluyen como si fuera el curso de lo natural. Y en “Destroy”, tanto la pieza como el álbum completo, si le sumamos el buen gusto al momento de componer y ejecutar, hay todo eso que le da a Sobernot un sitial merecido como puntales del metal nacional a nivel de producción discográfica.

Punto aparte es la portada a cargo del ilustrador noruego Shindy Reehal, calificada como ‘pretenciosa’ por algún medio de prensa alemán, pero que va de la mano con el contenido sonoro y las intenciones de un conjunto que apuesta sin dudar a la destrucción total en favor de su nueva matriz. Y es que el gran mérito de Sobernot no pasa solamente por la excelencia musical, sino por las decisiones tomadas al momento de promocionar su música; aprovechando las redes sociales como herramienta de difusión, adaptándose a los tiempos para sorprender, hacer cosas que otros no pensarían siquiera insinuar en el plano local. No se puede entender el éxito solo por la calidad de tu arte, sino por las decisiones que tomas en tu carrera por tu integridad.

Es probable que Destroy se sitúe entre los mejores lanzamientos del año, y no solo a nivel de metal nacional. Porque donde el cliché parece estar a la vuelta de la esquina, Sobernot barre con eso para esparcir sus propias semillas. Nada es obvio ni “más de lo mismo” cuando las buenas ideas se transforman en canciones de nivel superlativo, trabajadas hasta el detalle más mínimo y, al mismo tiempo, frescas como en el directo. No puede haber sobriedad en la estampa imperial de Sobernot.