Por Bayron Ríos
Lo ocurrido el ayer en el Club Chocolate fácilmente quedará grabado a fuego dentro de la historia del “core”, puesto que una de las bandas más esenciales dentro de la movida hacía su esperado debut en suelo nacional; un sueño casi imposible pero que finalmente se logró materializar: Cap’n Jazz decía presente en Chile.
Tras su separación en 1995 y su regreso a los escenarios durante el 2010, los de Chicago eran uno de los nombres más solicitados por la fanaticada, por lo que la ansiedad contenida era palpable desde antes de la apertura de puertas, con una larga fila que comenzaba a rodear el recinto de Barrio Bellavista. Tras poco menos de hora y media de espera, y con un intrascendente dj set como número de apertura que perfectamente pudo haber sido ocupado por alguna banda influenciada por el midwest, el venue ya se encontraba a su máxima capacidad.
Poco antes de las 21 horas, las luces se apagaban y se daba inicio a la catarsis colectiva, cuando la banda asomó al escenario con Tim Kinsella llevándose los aplausos que se hicieron más intensos con la aparición de Mike Kinsella en batería, el hombre tras la banda que ahora más que nunca nos falta por ver en el país: American Football.
El caos estallaba ipso facto con “Basil’s Kite”, con todo el mundo saltando en el climax de la canción tras el icónico segmento del corno francés con Tim. La locura se extendía con la tremenda “In The Clear”, con el primer gran mosh de la velada, mientras el mayor de los Kinsella miraba con sorpresa la energía de los fans. Aunque la voz de Tim no estaba al 100%, tal como él advirtió desde un principio, esto le entregó un cariz más nostálgico al asunto, sonando así “Yes, I’m Talking To You” y por sobre todo “The Sands Have Turned Purple” de manera épica, en donde la desafinación es el motor principal de la emocionalidad.
Los stagedives no se hicieron esperar y tímidamente comenzaron a aparecer en “Tokyo” hasta llegar al completo caos en “Little League” con una invasión de fans que bailaron, saltaron y cantaron sobre el escenario. En todo momento se sintió como una celebración el show de la banda, una fiesta tanto arriba como en la pista; los mosh de los fanáticos, Tim lanzándose al público y echando a correr el pandero, todo era una emoción que se desbordaba por cada rincón del Club Chocolate, un sentimiento que se mantuvo contenido por más de dos décadas y que por fin encontraba su punto de ebullición.
“Precious” calmaba de cierta manera la intensidad, pero rápidamente se quebraba con Tim surfeando entre el público. La incombustible “Oh Messy Life” llevaba a tope la emoción entre gritos y saltos, con la banda retirándose rápidamente del escenario una vez finalizada la canción. Tras unos minutos para recuperar la energía Cap’n Jazz regresaba con Tim tirando la talla junto a Sam Zurick en batería.
La emocionalidad del midwest, la rabia contenida se soltaba con la tremenda “Flashpoint: Catheter”, para abrir paso al cover de “Take On Me”, con el micrófono que recorría la pista entre las manos de los fans. “Puddle Splashers” junto a “¡Qué Suerte!” le pusieron punto final a una intensa y mágica hora de presentación pero que se sintió eterna.
La banda se mostró en todo momento muy cómoda con el ambiente, a pesar de unos desperfectos pequeños que sucedieron (¿le dio la corriente a Nate o solo fue un problema en el alargador?) el conjuntó sonó de forma increíble. Mike Kinsella demostró calidad insuperable en batería, sonando casi como si fuera la toma de estudio, Víctor Villarreal junto a Nate Kinsella le agregaban armonía al sonido en las seis cuerdas, mientras Sam Zurick comandaba el ritmo central del ensamble. Lo de Tim es un punto aparte, como buen maestro de ceremonia supo conectar con el ambiente creado por el público.
Cap’n Jazz fue un huracán de sentimientos, que desbordó emociones y que arrasó con los corazones de todos los presentes, pero que a su vez sembró la dicha y gracia en los fanáticos que esperaron tanto tiempo por tener en frente a una banda fundacional del género y cumpliendo a cabalidad las expectativas de la fanaticada local.
Ahora solo queda una tarea más por cumplir: traer a American Football al país.
































