Por Bayron Ríos
Fotos por Guns N’ Roses
Los años de locura ya quedaron atrás, pero la actitud y energía con la que se hicieron famosos se mantiene intacta, y es que el regreso de los Guns N’ Roses estuvo marcado por la nostalgia y la estridencia, en un repleto Parque Estadio Nacional. Los estadounidenses repasaron lo mejor de su catálogo a lo largo de tres horas, que se sintieron como un suspiro en la fría noche santiaguina.
La jornada comenzaba junto a los nacionales de La Mala Senda, quienes sirvieron de antesala al show central. Con un estilo musical marcado por el stoner y con la vista fija en lo comercial, el conjunto liderado por Goto Álvarez se mostró cómodo sobre el escenario y con un público respetuoso que no dudó en entregar afecto hacia el número local.
El espectáculo estaba pactado para las 20:30 horas, pero no tuvieron que pasar ni casi 5 minutos para que los chiflidos hicieran eco por toda la explanada del parque, y es que la paciencia no abunda respecto a la impuntualidad de Axl Rose y sus numeritos en presentaciones previas. Pero la madurez premia con la sabiduría, y cuando el reloj marcaba las 20:40 minutos las luces se apagaron para dejar el logotipo de las pistolas ensangrentadas tomándose la pantalla central del escenario.
En su séptima vez en suelo nacional, los Guns comenzaban la fiesta con un mazazo demoledor junto a “Welcome To The Jungle”, desatando la locura de miles de fanáticos apostados sobre el parque del coloso de Ñuñoa. Axl lucía físicamente en buen estado, ni sombras de lo que era hasta hace un par de años atrás, pero su voz quedó al debe, ya no lo acompaña en nada. A momentos, cuando el tono era más bajo, se podía apreciar la mística que dominó al mundo a fines de los ochenta y comienzos de los noventas, pero en los agudos el vocalista llegaba con una notoria dificultad.
Aun con ese notorio bache, Axl nivelaba la balanza con pura actitud, pero medida con la vara de la madurez. A ratos aparecían guiños a esos serpenteantes movimientos que se transformaron en todo un ícono de la época, ahora transformado en todo un caballero del rock, junto también a Duff McKagan. Todo lo opuesto sucede con Slash, quien parece haber quedado suspendido en el tiempo porque su estampa sigue tal cual como si fueran los ochentas; un look desgarbado, lentes oscuros, las clásicas Converse y el sombrero de copa.
Toda esta amalgama arremetía de golpe en canciones como “Mr. Brownstone”, la bien recibida “Chinese Democracy” y la joyita “Better”. El primer momento épico de la velada llegaba con “Estranged”, en donde Slash se lució por completo a cargo de las seis cuerdas.
Con “Yesterdays” se podía apreciar la nula voz de Axl, al igual que en el clímax de “You Could Be Mine”, canción en donde Isaac Carpenter, el actual baterista de la banda, demostró destreza, ritmo y calidad. Al igual que “Estranged”, en donde el foco caía sobre el piano de Dizzy Reed, el único sobreviviente a toda la vorágine que significó los Guns durante los tormentosos años noventa.
Hubo espacio también para los covers con “Sabath Bloddy Sabath”, rindiendo homenaje al fallecido Ozzy Osbourne, además de las habituales “Wichita Lineman”; “New Rose”, original de los británicos The Damned, con Duff en la voz y las clásicas “Live and Let Die” y “Knockin’ on Heaven’s Door”, coreadas a morir por todo el parque.
La monumental “November Rain”, con un enorme piano de cola en el centro del escenario, indicaba que el show llegaba a su tramo final. La frenética “Paradise City” le ponía broche de oro a las 3 horas de concierto, aunque faltó en ese momento su artificio por parte de la producción de la banda para cerrar como corresponde el espectáculo.
Definitivamente Guns N’ Roses ya no son lo que era antes, pero siguen manteniendo la mística gracias al tridente que conforma Slash, Axl y Duff, los gunners originales. Si bien lo de Axl es un caso de estudio, porque su voz demuestra que ya no está para siquiera pararse a cantar, el peso de la banda recae sobre Slash gracias a su garbo y tremenda habilidad en la guitarra, lo que es un lujo verlo en vivo. Pero la máquina sigue aceitada y los Guns continúan al ruedo, y aunque no tengan material de estudio desde el 2008, salvo un intrascendente single editado el 2022, la vigencia sigue intacta para este tipo de espectáculos, en donde la nostalgia es la moneda de pago.