Por Diego Ramírez

Fotos por Rubén Gárate – Chargola

La jornada comenzó con los primeros acordes de Diabolvs, que atraparon a un público ansioso por ver en escena al esperado triunvirato impío: Behemoth, Nidhogg y Deicide. A pesar de algunos problemas técnicos con el micrófono, que hicieron que la primera canción fuese instrumental, nada detuvo a la audiencia, que movía la cabeza y se dejaba arrastrar por la energía de la música. Con Killing by Enemies, el headbanging fue incesante y los aplausos cálidos que cerraban cada tema marcaron la dinámica de toda la presentación: tras cada canción, los espectadores se sumían en un vaivén de cabeceos al ritmo de las guitarras, en un gesto de contemplación hacia la banda.

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Hacia la mitad del show, God Beast marcó un punto de inflexión. La conexión con la audiencia se profundizó, y los gritos y gestos de desahogo liberaron la energía contenida. La intensidad se consolidó con Diabolos, creando una atmósfera oscura y vibrante que hizo sentir la fuerza de la propuesta escénica. Aunque la multitud no era masiva, la agrupación logró hacerse notar y ofrecer un espectáculo que no pasó desapercibido.

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El turno de Nidhogg llegó con expectación y un gran aplauso de bienvenida. Sin embargo, los problemas de sonido persistieron; los micrófonos fallaban y los instrumentos carecían de definición. En Narcissvs, la audiencia comenzó tímidamente a corear, cerrando con un aplauso breve pero sincero. La euforia se mantuvo contenida al inicio, con muchos espectadores más interesados en registrar el momento que en desatarse con la música. Aun así, Mental Lycanthropy and the Calling of Shadows recibió un aplauso respetuoso, mientras que Transilvania sorprendió con un acto performático: el vocalista apareció con un cáliz y una corona de espinas para beber sangre en escena, alentado por cánticos del público.

Los problemas de sonido generaron comentarios negativos, pero las ganas de disfrutar seguían latentes. Con Sic Luceat Lux, la banda retomó la complicidad con la audiencia, aunque los intentos de mosh no alcanzaron la intensidad deseada. El posterior Wilczyca y Horda lograron encender al público, con la batalla en la pista que contagió a todos y consolidó el caos característico de la jornada. Wyrocznia invitó al baile y la participación de los más entusiastas, y el solo de guitarra desencadenó un mosh aún más intenso, acompañado de una ovación masiva. La primera parte culminó con Territory, un desenfreno total que cerró la actuación con un tributo inesperado a Sepultura.

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Luego siguió la presentación de Deicide, subiendo al escenario con la expectativa al máximo, y desde la prueba de sonido el público coreaba su nombre. La apertura con When Satan Rules His World desató la euforia de inmediato: el mosh estalló y quienes no participaron lo compensaron con cánticos, saltos y gritos. Con Carnage in the Temple of the Damned, la agresividad y los solos elevaron la energía, manteniendo al público en un frenesí constante. Bury the Cross… with Your Christ y Behead the Prophet consolidaron el descontrol, con cánticos y “olé, olé, olé” que se apoderaron del Caupolicán, en una descarga de energía oscura. Satan Spawn, The Caco Daemon continuó el frenesí, y finalmente Homage for Satan cerró con un mosh más agresivo y una muestra de virtuosismo que desató la ovación más grande de la noche. La banda mostró, una vez más, por qué sigue siendo un referente indiscutible del género.

11Behemoth cerró la jornada con expectativas desbordadas. Apenas se apagaron las luces, el Teatro Caupolicán rugió como un solo cuerpo. Con Shadow Elite, la descarga inicial fue visceral, seguida por el mosh intenso de Ora Pro Nobis Lucifer, mientras cada palabra era coreada en las gradas. Las trompetas de Demigod desbordaron a la audiencia, y The Shit Ov God provocó un mosh salvaje que alcanzó su clímax con todo el Caupolicán entonando el coro al unísono. Con un saludo afectuoso, Behemoth los ama, güeones, el vocalista arrancó risas y aplausos, antes de continuar con Conquer All, donde el público adoptó un rol más contemplativo, aunque igualmente entregado.

Blows Your Trumpets Gabriel y Ov Fire and the Void prepararon al público para una nueva explosión, con palmas y entusiasmo a cada quiebre. Lvcuferaeon presentó una novedad, acompañada de un enérgico “fuck yeah, hell yeah”, mientras un mosh breve pero feroz coronó la recepción de los asistentes. Con Bartzabel, la teatralidad del vocalista y los encendedores en el aire añadieron un contraste poético a la brutalidad. Wolf Ov Siberia y Pale Horse continuaron la intensidad, con headbanging constante y la participación activa de la audiencia, que seguía cada instrucción de la banda. Christians to the Lions y Cursed Angel Ov Doom desataron algunos de los mosh más intensos, mientras el gesto inesperado de repartir uñetas y acercarse a los fans generó emoción y un teatro coreando la guitarra al unísono. La despedida de esta parte fue memorable: Nergal alzó la bandera chilena entre una lluvia de aplausos.

El regreso de Behemoth no se hizo esperar: Ojcze Nasz exigió más energía de un público ya en trance, completamente absorbido por la atmósfera oscura creada por la banda. La instrumental implacable cerró el espectáculo entre sombras, dejando a la audiencia satisfecha y extasiada.

El concierto de Behemoth en el Caupolicán fue, sin dudas, una experiencia total: brutalidad sonora, teatralidad escénica y una comunión casi ritual con el público chileno, que respondió con devoción absoluta. Un show que quedará grabado en la memoria de quienes lo vivieron, como una verdadera misa oscura en el corazón de Santiago.