Por Andrés Cornejo
Comenzar la semana viendo a Refused, pioneros en redefinir los límites del punk y el hardcore con su histórico “The Shape of Punk to Come” —interpretado en su totalidad—, y cerrarla con una joven promesa japonesa que expande ese mismo espíritu a través de la comedia, la cotidianidad y el caos controlado, fue presenciar el arco completo de una revolución que sigue mutando. Una semana que quedará marcada como un hito para la historia de los conciertos en Chile.
Y aunque se hayan presentado el día anterior en el Festival Fauna Primavera 2025, sus 45 minutos de set, que por sí solos bastaron para impactar a cualquiera con su adrenalina y explosión sonora, se sintieron demasiado breves. Está claro que el show en la Blondie lo superó por lejos.
Bastó con las baterías y la pegajosa voz de <<Yakitori>> para que la Blondie estallara. En segundos, el público ya saltaba y bailaba con una mezcla de euforia y desconcierto. Cada integrante, con su característico equilibrio entre comedia y violencia escénica, transformó cada tema en una performance propia: rostros exagerados, movimientos desbordantes y dedos del medio levantados en el aire.
Los hits continuaron con <<Don’t Light My Fire>>, y la temperatura en la Blondie no dejaba de subir. “Parecen una sopa de fideos hirviendo”, bromeó la guitarrista Yoyoyoshie entre risas, y tenía razón: el calor era sofocante, pero nadie pensaba en detenerse. El público seguía moviéndose y saltando sin descanso al ritmo de <<I am not maternal>> y <<I Won’t Dish Out Salads>>.
En medio del caos, comenzaron los problemas técnicos: el micrófono de Accorinrin empezó a fallar, lo que pareció frustrarla visiblemente. Fiel a su estilo explosivo, al terminar cada canción lo lanzaba al suelo y salía del escenario entre aplausos y gritos del público. Aquello se repitió dos veces seguidas, como si fueran encores improvisados.
A modo de calmar el ambiente, la banda improvisó un momento festivo: el público y las integrantes cantaron “Feliz cumpleaños” a la bajista Hirochan, primero en inglés y luego en español, mientras ella recibía un ramo de flores. Todo servía como preámbulo para el clímax de la noche: un enorme flotador con forma de castor fue lanzado al público, y Yoyoyoshie, sin pensarlo dos veces, se subió sobre él y se dejó llevar por un mar de gente que la transportó a lo largo de todo el club.
Un cierre tan absurdo como glorioso, digno del espíritu Otoboke Beaver. Y aunque faltó <<I Checked Your Cellphone>>, que el público pedía a gritos, nada logró opacar la sensación de haber presenciado algo único: una descarga de humor, rabia y sincronía que reconfigura lo que entendemos por punk en el presente.


































