Por Bayron Ríos
Fotos por Jerrol Salas – @jerrolsalas
Definidos como uno de los nombres más importantes dentro de la escena nü metal durante la década del 2000, Linkin Park supo volar con alas propias y alejarse del estilo que lo vio nacer para encaminarse hacia nuevas sonoridades, en donde el pop latía con más fuerza. Pero esta historia se vio truncada de golpe con la muerte de Chester Bennington el año 2017 y la banda parecía no tener un horizonte cercano.
Pero no fue hasta el 2024 que el conjunto liderado por Mike Shinoda sorprendió al mundo con la reactivación de la banda junto a Emily Armstrong como nueva vocalista, sumado al lanzamiento de un nuevo disco de estudio. Y es en esta nueva etapa en que los estadounidenses se embarcaron en una gira mundial, en donde tuvo su paso por tierras chilenas, específicamente en el Estadio Nacional, lugar donde se vivió una velada cargada de emoción y con un público rendido ante el actual estado de Linkin Park.
La jornada comenzaba temprano junto a los locales Tenemos Explosivos, quienes repasaron lo mejor de su catálogo con tremendas y significativas canciones como “Cueca Sola”, “San Borja” y “Montreal, 400 negativos”, ante un público que los recibía entre el respeto y la abulia. Eduardo Pávez le toma el peso a presentarte en un espacio como lo es el Estadio Nacional, demostrando oficio en “Opúsculo de Tennessee”. Una presentación de treinta minutos directa y concisa.
Luego llegaría el turno de la estadounidense Poppy, en su segunda visita en un año exacto, con una propuesta que mezcla metal, pop y electrónica, la cantante conquistó rápidamente a quienes no la conocían y estrechando más el lazo con los fans que esperaban por este acto en vivo. Con especial énfasis en “Negative Spaces” (2024), su último trabajo de estudio, la presentación se hizo corta entre alocados mosh pits y con la certeza de que esta artista merece por derecho ya un show en solitario en el país.
Ya con las entradas servidas, solo quedaba el plato de fondo. Comenzando con todo a la parrilla, Linkin Park apareció en escena a las 21 horas con “Somewhere I Belong”, junto a “Points of Authority”, desatando rápidamente la euforia en todo el recinto de Ñuñoa. “Crawling” daba pie para el karaoke masivo, en una de las más queridas por los fans. Por parte del tiraje de canciones nuevas, “The Emptiness Machine” fue recibida de buena manera, incluida una bengala en cancha, pero no llegando al caos como pasó con las canciones más clásicas.
Luego el concierto se estancaría por un buen momento con canciones menos estridentes y más poperas, destacando el pasaje de “Where’d You Go” y “Waiting for the End”, momento en que se recuerda de manera somera a la figura de Bennington. Uno de las buenas canciones del último disco de la banda llegaría con “Two Faced”, cortando la solemnidad del trayecto.
Una de las postales de la velada llegaría con “One Step Closer”, la canción que inició todo, que desató a todo el Nacional y que contó además con la participación de Poppy, las dos fuerzas femeninas de la jornada tomándose por completo el escenario. “Lost” traería nuevamente ese gustito al material de antaño en donde los scratch de Mr Hahn eran primordiales a lo ejecutado por la banda.
El tramo final estuvo cargado a la nostalgia con canciones como “Numb” y “From The Inside”, agregando la nueva “Heavy is the Crown”, canción que ya se encamina a convertirse en un neo clásico para la banda. “Bleed It Out” le hacía guiño a “A Place For My Head”, con toda la banda disfrutando del momento en la pasarela que recorría la mitad de cancha hacia el escenario. “Papercut” se convertía en un llamado directo hacia la nostalgia junto a “In The End”, la más esperada de la noche, para cerrar con broche de oro y en lo más alto junto a “Faint”.
Lo de Linkin Park divide aguas, mientras una parte celebra el renacimiento del conjunto, otro sector no acepta esta etapa tildándolos de banda tributo. Si bien es cierto que esta nueva era junto a Emily los ha revivido desde las cenizas, quizás lo más justo debió ser comenzar desde cero, tal como su último trabajo, con un nombre nuevo; al igual como lo hizo en su momento Joy Division tras la muerte de Ian Curtis.
Lo de anoche fue la presentación de algo completamente nuevo, pero con sabor a conocido. Emily pasó la prueba con el público local, aunque a momentos le faltó más interacción con la fanaticada, el gran ganador de la jornada fue Mike Shinoda, el cerebro tras la banda, él tiene las riendas del grupo en todo sentido, y si bien la muerte de Chester Bennington fue un duro golpe para todos y que su espacio jamás será llenado por otro, el aura no se puede reemplazar.
Porque esto es un nuevo Linkin Park, para bien o para mal.



































