Por Bayron Ríos

Cuando Chester Bennington falleció el 20 de julio de 2017, no solo se apagó una de las voces más reconocidas del rock durante las últimas décadas. También se detuvo en seco el recorrido de Linkin Park, una banda que supo ganarse a una generación entera de jóvenes marcados por la ansiedad, la rabia y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo. Con la noticia de su suicidio, el silencio se apoderó del grupo. Un silencio respetuoso, necesario, y que por un momento pareció ser definitivo.

Durante años, los miembros de la banda optaron por un perfil bajo. El único evento oficial tras la muerte de Chester fue el concierto homenaje en octubre de 2017 en el Hollywood Bowl, donde artistas como Alanis Morissette, Blink-182, Machine Gun Kelly y más se unieron para rendir tributo a su legado. Una suerte de cierre simbólico a la banda tras el abrupto final sucedido.

 

Tuvieron que pasar siete años para conocer novedades con el futuro del conjunto. El regreso al ruedo fue una decisión cargada de sentido y valor. Con el lanzamiento de su nuevo álbum “From Zero” y una nueva vocalista, Emily Armstrong (ex Dead Sara), la banda dejó claro que no intenta reemplazar a Chester, ni replicar su voz, sino más bien continuar desde cero, en un nuevo punto de partida. Esta nueva era no niega lo que fue, pero tampoco quiere vivir de ello.

El regreso a los escenarios implicó también reabrir una herida. Pero no para sangrar, sino más bien para curarla de otro modo. Ver al grupo nuevamente activo, creando, adaptándose, es también una señal de esperanza: se puede continuar, incluso cuando se ha perdido tanto. Esta vuelta también ha generado tensiones por parte de la familia de Bennington, por un lado con su madre asegurando sentirse herida por no haber sido notificada directamente en la reactivación de la banda; mientras que uno de los hijos de Chester apuntó a una traición a la confianza de los fanáticos, por la integración de la nueva vocalista.

Sin embargo, lo más importante es que el regreso de Linkin Park no se basa en la nostalgia. Tampoco es un “revival”, sino una reinvención. El nuevo álbum conserva la esencia de la banda, manteniendo la fórmula de sonidos densos, el balance entre lo melódico y lo brutal, el lenguaje de lo emocional, pero proponiendo algo totalmente distinto. Armstrong no canta como Bennington y no necesita remedarlo. Su presencia suma una nueva dimensión a la banda sin borrar lo que ya fue. No se trata de sustituir, sino de continuar.

El regreso del grupo, con todo lo que implica, es una forma poderosa de confirmar que el arte no se detiene en la tragedia. Se transforma, sobrevive y, a veces, florece de nuevo desde las cenizas.

Linkin Park se estará presentando el próximo domingo 02 de noviembre en el Estadio Nacional y los tickets van desde los $64.075 hasta los $215.525, cargo de servicio incluidos, y los puedes adquirir a través del sistema Ticketmaster.