Por Andrés Cornejo
Fotos por Joaquín Cabello – @joaquinxcabello
La pandemia del COVID-19 dejó varias deudas pendientes, y una de ellas fue la visita de Thundercat, que se hizo esperar hasta 2025. Su regreso estaba previsto para 2024, pero problemas aún no aclarados obligaron a suspender la gira. Este año, el músico logró saldar esa cuenta con el público sudamericano al presentar en vivo su —ya no tan reciente— álbum “It Is What It Is”. Y aunque el título sugiera un simple “es lo que es”, Thundercat entregó mucho más de lo esperado, despertando una expectación enorme en el Teatro Coliseo.
Ante una multitud que lo esperaba desde hace varios años, se presentó el virtuoso bajista Stephen Lee Bruner, más conocido como Thundercat, desplegando su destreza felina en el célebre bajo de seis cuerdas capaz de disparar mil notas por segundo y transformar el Teatro Coliseo en una auténtica pista de jazz. La improvisación estuvo siempre presente: lo que comenzó como “Uh Uh” se convirtió en una balada atravesada por notas de jazz y grooves profundos que hicieron vibrar cada rincón del recinto.
Y aunque el recinto no era el más adecuado para un artista de esta talla sonora —debido a las deficiencias en la ecualización—, hubo espacio para que los demás músicos también brillaran. Justin Brown deslumbró en la batería y Dennis Hamm aportó texturas envolventes desde el teclado, elevando el show más allá de las limitaciones técnicas del lugar. Pero fue la voz de Thundercat —suave, aguda y felina como el maullido de un gato— la que hipnotizaba a los asistentes.
Ya fuera por haberlo escuchado en «To Pimp a Butterfly» de Kendrick Lamar o por el viral <<Them Changes>> en TikTok, era indiscutible que teníamos frente a nosotros a un artista de un talento desbordante, que nos deslumbraba con sus improvisaciones al bajo y una melodía vocal de otro mundo. <<Dragon Ball Durag>> e <<Interstellar Love>> fueron los puntos culminantes de la noche, momentos en que el público no solo saltaba, sino que también coreaba con entusiasmo.
Y Stephen, un personaje tan carismático, amante del anime y de la cultura geek, vistiendo un atuendo inspirado en un personaje de anime y rindiendo tributo a Ozzy Osbourne, fue exactamente lo que la multitud más joven había estado esperando. Con un bajo al estilo de «Evangelion», Thundercat cerró su show con <<Lotus and the Jondy>> de su disco “Apocalypse”, ofreciendo un final perfecto a lo que tantos fans habían esperado durante años.
Thundercat demostró por qué es uno de los bajistas más innovadores de su generación. Con su agilidad felina, improvisaciones vertiginosas y un carisma que conquistó tanto a fans de antaño como a nuevas generaciones, convirtió el Teatro Coliseo en un escenario vibrante y lleno de magia musical. La deuda pendiente que arrastrábamos durante años se saldó con creces: Chile fue testigo de un espectáculo donde la velocidad, la destreza y la creatividad de Thundercat brillaron en cada nota, dejando una multitud encantada que, finalmente, pudo vivir en vivo lo que había esperado durante tanto tiempo.