¿Cuántas inocencias tenemos, cuántas perdemos? Dicen que hay varias adolescencias, otras cuantas adulteces. No parece fácil saber qué hacer con la vida: ni a los 10, ni a los 27, ni a los 50. Paracaidistas, la banda chilena con alto bagaje internacional, que ha caracterizado su sonido en el espíritu DIY ligado al indie y al punk, vuelve a la raíz.

Su tercer disco, «El Fin de la Inocencia», presenta una faceta más madura y oscura en un relato duro y directo respecto a crecer y envejecer. Desde su portada y hasta su sonoridad, los músicos ponen en pausa las melodías y texturas suaves asociadas al twee pop para hundirse en el punk de tintes shoegaze en una placa que sorprende con trompetas y violines, en 11 tracks producidos junto a Víctor Muñoz (Niños del Cerro, Playa Gótica, Asia Menor).

«Un círculo que termina y empieza con el motivo por el que partió todo: las ganas de hacer algo simple, rabioso y con una gran cuota de ternura. Hacíamos punk, pero no estaba relacionado a la rudeza habitual de este género. Veíamos la sensibilidad como punto de partida para la rabia y, como si fuera una consecuencia lógica, llegamos a escuchar twee pop que finalmente marcó el sonido general de la banda para siempre», cuentan sobre el camino orgánico que recorrieron hasta hoy, que presentan un disco que despliega historias sobre envejecer, tener un trabajo, sentirse permanentemente con dudas sobre cada acto.
❝La composición fue más sencilla y salió rápida porque ese sentimiento rabioso está permanentemente en nosotros. La producción fue una incursión nueva porque, a pedido de Víctor Muñoz, grabamos toda la banda al mismo tiempo. El disco suena con mucha más energía que los anteriores. Se reflejan bien los dos conceptos contrarios como la rabia y la ternura en una misma atmósfera, sin mayor problema», agregan sobre «El Fin de la Inocencia».

Canciones serias, capaces de reflejar mucho más profundamente los problemas que en sus primeros álbumes. Hoy descienden a sus fueros para despedir la primera juventud y sus ansiedades e inseguridades, esos males desde el prisma ególatra, para dejar entrar el fuzz de las guitarras con firmeza y madurez.

Declaraciones sólidas, densas, como los problemas que se van coagulando con el paso del tiempo. «Harto ruido, todo fuerte y siempre con alguna caricia entremedio», es lo que promete este trabajo que será presentado en vivo desde septiembre en adelante, con fechas próximamente a anunciar, tanto en Chile como fuera del país.

Un salto decidido hacia un nivel superior: la banda elige dejar atrás las fórmulas seguras y sumergirse, sin miedo, en aguas desconocidas. Enfrentan directamente los demonios de envejecer; desafiarlos para dejarlos atrás, y así abrirse a nuevas corrientes turbias, pero cargadas de los amores, los riegos, aprendizaje y aventuras que dan forma a esto que llamamos vivir.