Por Diego Ramírez Z.

Fotos por Juan Kattan – Kattan.ph

Ante el primer amague de silencio en el Movistar Arena, el público chileno ya daba señales de ansiedad. Pifias amistosas, palmas impacientes y gritos llenos de expectativa rompían cualquier pausa, como si quisieran acelerar el tiempo. Cuando finalmente las luces se atenuaron y la banda tomó el escenario, una ovación espontánea encendió la noche, marcando el inicio de un viaje por décadas de historia musical con Foreigner como guía.

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Desde los primeros acordes de “Double Vision”, quedó claro que no se trataba solo de un show, sino de una ceremonia colectiva. Los asistentes grababan, cantaban y se sacaban selfies como para capturar una postal viva del “yo estuve ahí”. La energía subió con “Head Games”, donde el solo final y el estallido de luces provocaron gritos, sonrisas cómplices y el primer gran aplauso anticipado de la jornada.

La conexión entre banda y audiencia tomó forma concreta con “Cold as Ice”. Antes de tocarla, la banda preguntó “¿Están despiertos?” y la respuesta fue un estruendo de vítores que no esperó ni siquiera al último acorde. A esas alturas, la noche ya tenía forma y alma.

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Con la llegada de “Waiting for a Girl Like You”, el ambiente viró hacia lo íntimo. Algunos se mecieron en sus asientos, otros se abrazaban o besaban, pero todos sabían que estaban presenciando uno de esos clásicos que no envejecen. La ovación final fue, hasta ese momento, la más cerrada y agradecida de todas.

Sin bajar el pulso, “That Was Yesterday” mantuvo la intensidad emocional del momento anterior. Desde ahí en adelante, cada canción se convirtió en una excusa para aplaudir con más fuerza y cantar con más ganas.

El verdadero despegue vino con “Dirty White Boy”. El vocalista Luis Maldonado, con complicidad rockera, pidió que el público se soltara… y se soltó. Algunos se levantaron a bailar entre los pasillos, y los músicos, ya desenvueltos, mostraron todo su oficio. Destacaron especialmente el baterista —con un sonido fresco que rompía con lo ochentero— y un tecladista desbordante de energía y talento.

Curiosamente, “Feels Like the First Time”, a pesar de su importancia histórica como carta de presentación internacional de Foreigner, no logró encender al público de inmediato. Hubo un quiebre, un llamado a las palmas que no fue respondido. Pero el vocalista se acercó, apuntó al público, y bastó ese gesto para desatar un grito eufórico que reencendió la atmósfera.

Urgent” llegó precedida de una introducción de batería y teclado que elevó el suspenso. Cuando sonó el primer acorde, la respuesta fue unánime: todos de pie. Se cantó a coro, se bailó, y el largo solo de teclado-guitarra fue celebrado con un aplauso que parecía no querer terminar.

En este punto, la virtuosa ejecución instrumental era innegable. La mezcla entre lo técnico y lo emocional mantenía al público completamente entregado.

Pero aún quedaba más.

Juke Box Hero” marcó uno de los momentos más esperados: la aparición de Lou Gramm, el legendario vocalista original. Lo recibieron de pie, con una ovación que sólo se vería igualada más tarde. La interpretación fue potente, cargada de nostalgia y energía, y fue también una nueva vitrina para la calidad escénica de todos los integrantes actuales.

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La presentación de los músicos fue el preámbulo de “Long, Long Way From Home”, donde Lou empezó a soltarse vocalmente. Su entrega fue notoria, y el público lo notó, lo celebró y lo comentó con admiración.

Entonces vino el clásico inevitable: “I Want to Know What Love Is”. Un Movistar Arena completo se puso de pie. La banda agradeció en español e invitó a cantar. El primer coro fue un susurro colectivo; el segundo, una vibración poderosa; el tercero, un estallido que retumbó en todo el recinto. El momento más íntimo y emotivo de la noche, sin lugar a dudas.

Finalmente, el cierre con “Hot Blooded” devolvió la energía al tope. El público, de pie y en ebullición, acompañó hasta el último compás. La despedida fue rápida, tal vez demasiado. Muchos quedaron esperando un encore que nunca llegó. Pero lo vivido ya era suficiente: Foreigner no solo tocó, sino que reafirmó por qué sus canciones siguen vivas y resonando.

Una noche de rock, memoria y pasión. Una noche para no olvidar.