Por Ignacio Bataller

Fotos por Francisco Aguilar – Spider prod.

En Japón, es habitual salir del trabajo y asistir a un concierto en algún bar local, donde una banda reconocida de la escena da todo en el escenario con la intensidad de un show de estadio, conectando de manera única con el público. Eso es justamente lo que Sabbat logra en cada presentación.

Francisco Aguilar DSC 9888 Mejorado NR

A las 18:45, los santiaguinos de Communion subieron al escenario de una sala RBX que ya vibraba en anticipación por lo que vendría más tarde, pero que igual estaba lista para disfrutar de lo que ofrecía la banda nacional. Con su versión de thrash metal impregnado de tintes de black, marcó el tono de la noche y se ganó la atención de todos los presentes, ofreciendo un show digno de la fiesta que representa un concierto de Sabbat.

A las 21:00 horas en punto, Gezol, Zorugelion y Ginoir volvieron a subir a un escenario nacional para hacer temblar Santiago con su oscuro y potente thrash metal. Desde el primer instante, la banda no perdió tiempo y, apenas se posicionaron en el escenario, desataron su energía.

La sala RBX, ya repleta, estalló en euforia; se formó un mosh inmediato y el lugar no dejó de vibrar durante todo el set. Fue una hora de metal extremo, lleno de melodía y precisión. La capacidad de la banda para capturar el sonido de sus discos y traducirlo en directo, sin perder calidad ni fuerza, es impresionante. Canciones como «Mion’s Hill» y «Charisma» sonaron con la misma fidelidad de las versiones grabadas, pero intensificadas por la energía del directo.

Celebrando 40 años de carrera y su nuevo álbum «Sabbaticult«, Sabbat demostró que ni la experiencia ni el tiempo han mermado su energía o destreza, atributos que los han consolidado como líderes en el mundo underground de esta escena. La conexión con el público fue palpable; el esfuerzo de la banda por recorrer esta parte del mundo fue correspondido con una pasión y cariño genuinos por parte de sus seguidores.

Por momentos, la atmósfera hizo sentir como si estuviéramos en uno de sus primeros conciertos, en lugar de presenciar una celebración de cuatro décadas de trayectoria. El idioma fue irrelevante: con un español limitado y mucho inglés, Gezol introducía cada tema, y el público respondía con fuerza, completando a coro nombres de canciones. Sabbat vino a hacer lo que mejor sabe, y el impacto de esa hora de pura oscuridad e intensidad dejó claro que, a veces, menos, es más.