Por Emilio Moscoso

Fotos: Pedro Mora

Tuvieron que pasar más de diez años para que Haken pisara un escenario nacional. Si bien cinco de los seis músicos de la banda estuvieron tocando en Chile en el 2017 durante la gira Mike Portnoy’s Shattered Fortress, del ex Dream Theater, esta era la primera vez que la agrupación londinense nos deleitaría con sus propias composiciones.

Haken es hoy una de las bandas insignes de la nueva generación del metal progresivo, la cual ha ido de a poco ganando popularidad en base a su esfuerzo y un trabajo metódico y brillante, por lo que las expectativas de lo que se viviría la noche del 26 de enero eran enormes.

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El punta pié inicial lo dio Claudio Cordero y su nuevo proyecto llamado “Plasma”. Con un impecable show tuvieron la misión de calentar los motores y mover de las butacas a aquellos ingenuos asistentes que pensaron que pasarían la velada cómodamente sentados.

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Llegado el momento y puntuales como buenos ingleses, Haken no se hace esperar; el Teatro Teletón está prácticamente lleno, las luces se apagan y comienza a sonar “Clear”, pequeña pieza instrumental que da inicio a Vector, su más reciente álbum de estudio. Los músicos aparecen en escena y antes de que toquen el primer acorde, ya todo el mundo está de pie. “The Good Doctor” golpea fuerte y los 10 años de espera de pronto ya son historia. El público canta con ímpetu “Electricity is the prescription he needs” tal cual versa el coro, acompañando la potente voz de Ross Jennings.

Al terminar “The Good Doctor”, y casi sin dar respiro, comienza “Puzzle Box”, que deslumbra con energía, complejidad y una ejecución perfecta. A este punto, y siendo recién la segunda canción del repertorio, se que la jornada será tal cual imaginamos durante años. Pero no hay mucho tiempo para reponerse porque a continuación ya está sonando “Falling Back To Earth” y luego “Cockroach King”, que nos remontan al álbum The Mountain del 2013, obra con la cual muchos de los fans (me incluyo) conocimos a los británicos. Este es tal vez el primer punto alto –o altísimo– de la noche, y es que la interpretación de Ross Jennings en ambos temas es sencillamente exquisita, y con esto no quiero decir que en el resto de la presentación no lo sea, pero es en estos pasajes en donde solo con su voz nos lleva a olvidar por momentos que está acompañado por cinco músicos increíblemente virtuosos.

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Pero no solo la voz de Ross se hace presente, a él lo acompañan en coros todos sus compañeros de banda para recrear una de las polifonías vocales más complejas de los últimos años en “Cockroach King”. Y aquí es donde Haken destaca una vez más por sobre las bandas colegas de género, en el muro sonoro que logran crear con sus seis voces.

A este punto, los ingleses tienen al público en el bolsillo y deciden volver a Vector y aplastarnos con Nil by Mouth, el instrumental del último álbum y tal vez el tema más pesado de este. El riff es brutal y las guitarras Kiesel y Strandberg de ocho cuerdas son las protagonistas. No hay piedad. Mientras tanto, los asistentes intentamos hacer headbanging al ritmo de la orgía de métricas irregulares que componen este tema. Es una tarea difícil pero más difícil es no moverse ante tal energía que sale despedida desde el escenario y que llena todo el recinto. A estas alturas de la noche una parte de los asistentes ya dejaron sus elegantes butacas y decidieron tomarse los pasillos o simplemente aglutinarse lo más cerca posible del escenario.

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Tras un respiro, Charles Griffiths dispara los primeros acordes de “1985” y el show de metal progresivo se transforma en una fiesta, una fiesta en 8 bits, cuyo sonido, tan inteligentemente definido, nos lleva de vuelta a los 80’s. Mientras Jennings se pasea por todo el escenario con los anteojos más retro y cool que podrás ver en un espectáculo de metal, Diego Tejeida se lleva todas las miradas, tanto por sus solos de sintetizador como por la performance que realiza en el centro del escenario. Aquí hago otra pausa para elogiar la conexión y complicidad que logra Diego con el público. Dentro del sexteto es sin duda el que más energía y pasión nos regala (la sangre latina marca la diferencia) y el auditorio lo agradece con innumerables ovaciones.

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A continuación “Veil” nos transporta a un lado más melódico y reposado (al menos en un comienzo). La sección instrumental es nuevamente perfecta, al igual que las voces. El trabajo de Raymond Hearne en la batería es notable, y no deja de sorprender la certeza y definición de cada golpe, de cada ritmo, por más rápido o complejo que este sea.

La noche pareciera que está llegando a su fin a través de “The Architect”. La aplanadora Haken nuevamente se hace presente con riffs violentos que luego te llevan a una sección ambiental donde predominan los pads, sintetizadores y arpegios ligeros, todo para arrastrarnos nuevamente a la violencia de la distorsión, el canto gutural y una armonía tan oscura como el cielo sin estrellas.

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Ya no nos queda voz y las palmas de las manos arden de tanto aplaudir. Después de un breve intermedio, la banda vuelve al escenario para entregarnos un Encore de dos canciones (con casi 40 minutos de duración): Crystallised y Celestial Elixir, dos de sus clásicos épicos de larga duración, y el broche de oro perfecto. Es con la emotividad de la melodía final de este último tema que los ingleses comienzan a despedirse de este primer y brillante paso por nuestro país. Una ovación desbordada y el “Ole, ole, ole, Haken, Haken” se hacen presentes por varios minutos. Los músicos aprovechan el momento para inmortalizarlo con sus teléfonos celulares, y se toman un tiempo para dar algunos regalos a los asistentes y despedirse de todos aquellos que se abalanzan sobre el escenario, estirando la mano esperando poder tocar a alguno de estos héroes.

Fueron dos horas por las que esperamos más de diez años, sin embargo, cada minuto valió la pena. Nos despedimos y cerramos la noche aún con la adrenalina en nuestros cuerpos, confiando en que no tendremos que esperar otros diez años para tenerlos de regreso.