Por María Fernanda Verdugo

Anoche tuvimos el privilegio de ser parte del debut de los islandeses en escenarios locales, jornada que estuvo marcada por un show audiovisual, un Movistar Arena repleto y una atmósfera más que emotiva.

Aunque Chile parecer ser el destino favorito para muchos artistas que pasan por Sudamérica, cada año la cartelera se nutre con algunos célebres que debutan en nuestro país. Sigur Rós, el ilustre trío islandés, fue parte de lo que ya es el cierre de la temporada 2017 de conciertos en Chile, y lo hizo con un show impecable, logrando cumplir con las expectativas de los seguidores locales, acumuladas por años.

Pocos minutos faltaban para que se cumpliera la hora acordada y el recinto del Parque O’Higgins ya había alcanzado su máxima capacidad casi por completo. Pasadas las 21:00, la ansiedad ya no podía con los que buscaban la mejor ubicación en cancha para ver a la banda desde el mejor lugar. Frente a un escenario montado con estructuras de metal y una gran pantalla corrían los minutos así como aumentaba la impaciencia.

El vocalista Jón «Jonsi» Þór Birgisson, el bajista Georg “Goggi” Hólm y el baterista Orri Páll Dýrason subieron al escenario 15 minutos después. La ovación de los 11 mil expectantes terminó inmediatamente una vez que los músicos se posicionaron para tocar “Á”, dinámica de respeto frente a la interpretación de la banda que se mantuvo a lo largo de todo el show. El minimalismo y la sobriedad en la praxis no se vieron interrumpido por el público, quien prefería escuchar el silencio total para comenzar a aplaudir y de los que pocos se atrevían a sacar sus smartphones para inmortalizar algún momento de la presentación. Lo que siguió después de esa primera canción fue un repaso a los siete álbumes que forman parte de su catálogo, evocando la etapa de “()” (2002), pero también destacando las melodías de sus últimos álbumes «Kveikur» (2013) y «Valtari» (2012), así como la presentación de canciones inéditas, como «Óveður», lanzada el año pasado y que formaría parte de un nuevo trabajo.

Las 15 canciones que dieron forma al muy bien armado setlist, transcurrieron generando una atmósfera onírica basada en sonidos etéreos y melancólicos, muy característicos del postrock que ya posee una marca personal de parte del trío de Reykjavík. La melodiosa y pulcra voz de Jónsi, el arco en las cuerdas de la guitarra, las armonías dibujadas en el piano y la fuerza rítmica otorgada por la percusión generaron un producto de ensueño, un paisaje que de un momento a otro podía sumergirse en una catalepsia, para luego despertar con una descarga de vibras y sensaciones potentes y ruidosas.

El minimalismo y el carácter íntimo se vieron complementados con la puesta en escena, elemento destacable del show. Jugando con la oscuridad y el espacio, la banda estuvo siempre instalada entre andamios luminosos y una pantalla gigante detrás, que a través de gráficas y secuencias abstractas y juegos de luces, posicionaron a los músicos en medio de un campo de luciérnagas, bajo una lluvia de estrellas, sumergidos en polvo etéreo y nadando entre rayos y tormentas.

Gracias a esto y a la impecable interpretación de la banda, no fue difícil que el público se sumergiera en las melodías e hiciera su propia interpretación del “volenska”, lenguaje creado por la banda y que no posee un significado concreto, pero que definitivamente llevó a cada uno de los espectadores a un lugar distinto, muy lejos de la tierra. Lo que Sigur Rós presentó anoche fue una mezcla perfecta entre las vibras del sonido en vivo y la magia de lo visual, una experiencia única que, de seguro, ninguno de los que estuvo anoche en el Movistar Arena había experimentado antes.

Setlist:
1. Á
2. Ekki Múkk
3. Glósóli
4. E-Bow
5. Dauðalagið
6. Fljótavík
7. Niður
8. Óveður
9. Sæglópur
10. Ný Batterí
11. Vaka
12. Festival
13. Kveikur
14. Varða
15. Popplagið