Por Sebastián Vilches

Neruda (2016)
Dirección: Pablo Larraín
País: Chile

“Persecución Poética”

Un nuevo paso adelante de Pablo Larraín, director chileno un par de escalones más arriba que sus coterráneos. Reconocido por NO (2012) a nivel internacional, con una nominación a los premios Oscar; o generando críticas positivas y no exentas de polémica por las temáticas ligadas a la iglesia católica con El Club (2015).

En Neruda, Larraín vuelve al igual que en su película anterior, a utilizar las herramientas que le dan un toque distintivo, como el uso de una fotografía depurada, a cargo de Sergio Armstrong, que con la ayuda de lentes lomo antiguos logra un juego de luces y tonalidades difuminadas único. Además de contar nuevamente con un elenco de primer nivel que incluye a Luis Gnecco, Gael García Bernal, Alfredo Castro, y Mercedes Morán, entre otros.

La película se sitúa a fines de la década del 40′, donde con la promulgación de la Ley de defensa permanente de la democracia, se declara ilegal el Partido Comunista, iniciando una persecución hacia sus representantes y militantes. Es ahí donde el senador y poeta Pablo Neruda (Gnecco) es desaforado y perseguido por el policía Óscar Peluchonneau (García), quien actúa por orden directa del Presidente de la República, Gabriel González Videla (Castro).

El guión de Guillermo Calderón en Neruda, se presenta de forma lineal, incrementando la tensión en especial en los últimos 30 minutos de la persecución, utilizando el recurso poético de forma constante en los diálogos, y no solo en las intervenciones de Neruda, sino que también a través del relato en off del antagonista Óscar Peluchonneau. Esta característica poética aporta un cierto romanticismo a la película planteada como una caza al poeta y senador comunista, pero también tiende a desgastar el ímpetu policial y político planteado en la historia.

Las actuaciones del reparto en general no tienen puntos bajos, destaca el buen nivel de Luis Gnecco en su rol protagónico, como un Pablo Neruda inmerso en la bohemia intelectual, en su faceta de gozador, amante de la buena mesa, el alcohol y las fiestas de la elite a la cual pertenecía. Si bien Gael García no se queda atrás en su papel antagonista, su esfuerzo por dejar de lado el acento mexicano y hablar como “Chileno” no está bien logrado (especialmente en los diálogos con sus compañeros de búsqueda). Mención honrosa para los papeles muy bien logrados de Alfredo Castro y de Roberto Farias.

El ambiente que genera la película a través de la música clásica, planos generales de paisajes del Sur de Chile y construcciones de la época, en Valparaíso Santiago y París, transportan a una historia que se encarga de contar un lado más bien desconocido de nuestro premio nobel de Literatura.

Neruda se perfila como una apuesta audiovisual íntegra en la filmografía de Larraín, el cual incluye política, desamor, drama policial, historia, y poesía entre otros, pero que en el desarrollo del guión y su apuesta de ficción cargada a la metáfora, alejan una consolidación de Larraín.