Si se debiese resumir la gala en una frase, pues sin duda sería la que Ignacio Franzani, el conductor de los Premios Pulsar 2016, dijo mientras felicitaba a los “Niños del Cerro” (merecidos ganadores del premio Mejor Artista Revelación): “…dan paso al recambio del pop nacional”. Mmh, sí, creo que eso dijo, no estoy muy seguro, pero en fin, algo así.

La cosa es que el conductor, sabiendo lo que dijo o no, acertó en el punto más importante de la realidad musical chilena: el nuevo auge de un pop que converge con todos y ABSOLUTAMENTE TODOS los estilos. Es algo que se debe asumir desde ya, y es el hecho de que el pop nos ha dominado en lo absoluto.

Claro, no me refiero al pop de antaño que se consideraba a nivel de masas (de manera cuantitativa), sino de manera cualitativa, a través de la métrica en las líricas, en los compases, en los quiebres, en el dinamismo a la hora de ejecutar la música y en la forma en que ésta llega.

Por cierto, hay que aclarar que cuando digo “pop”, y que “todo converge con el pop”, no pretendo que se asocie con algo despectivo o fácil a la oreja. De hecho, el pop en la actualidad es bastante difícil de hacer en todas sus facetas.

De ahí que es lógico deducir que el gran cambio musical en la escena chilena devenga de esta forma aprendida (pop) y multi-genérica, pues está englobando (o absorbiendo, si se quiere) a todos los demás géneros.

La prueba irrefutable yace en los nominados y ganadores de los Premios Pulsar 2016: Esteban Vargas, compositor de música clásica, ganó como el mejor de su categoría con la obra “La Revolución Será Con Cumbias O No Será”. La pieza es fundamental para entender el momento impresionante por el que estamos pasando dentro del entorno del arte sonoro. Pasa que Vargas se basó en una composición de Chico Trujillo + un graffiti tipo rayado que observó cerca de su casa. Es decir, se basó en el pop (de nuevo, no entendido ni como algo despectivo tipo pop yanqui, ni el “pop” de “popular”).
Ignoro si se ha hecho antes en la música docta, probablemente sí, pero que se esté haciendo ahora en Chile y con reconocimiento incluido, es asombroso.

Crisálida, con “Terra Ancestral”, ganó en la categoría Mejor Artista Metal. Un premio también muy bien merecido considerando el trabajo de calidad con el que se enmarcan como grandes músicos de la escena nacional. Más allá de hablar sobre su parada que apunta a enraizar la impronta original de paisajes primigenios, la música que el quinteto produce se entrelaza mucho con esta nueva idea de pop. Se nota no sólo en sus líricas realmente bien cuidadas y pensadas, sino también en la manera de ejecutar un metal nuevo, un metal que ni siquiera podría ser considerado o encasillado sólo como metal. Ya es algo que trasciende.

Aquí tal vez conviene insistir: el “pop” no debe ser entendido como algo trillado, pernicioso o apestoso (como en un tiempo anterior). Sí, tal vez se precisa de otro término genérico, pero no me siento capaz ni a gusto creando uno nuevo, ya que en realidad tampoco es un género, y el término “pop” es ocupado en este review (que poco tiene de eso), como un movimiento transgeneracional con miras de ser visto como un cerebro musical con varios matices, técnicas y estilos.

Eso sí, ahora la tarea se pone aún más ardua y complicada para los músicos, ya que el pop al hacer más inteligible el mensaje musical, sólo puede compensarse con una letra que debe ser pensada una segunda, tercera, cuarta y hasta QUINTA vez. Quiero decir que la importancia de la lírica es más relevante que nunca antes en la historia musical y, claro, debería estar al servicio del pensamiento-sentimiento. Nos lo dijo la misma ganadora total de la velada, Camila Moreno: “tal vez falta –en los Premios Pulsar– una categoría de mejor letra”.
Dejemos un poco de lado la nueva concepción del pop, pues ya quedó –pienso– más que claro el hecho de que casi todos los ganadores y nominados (por no decir la totalidad) tienen una estrecha relación con ese aspecto.

¿Fondos estatales?

La premisa de los Premios Pulsar 2016, evento organizado por la SCD, apunta no sólo al reconocimiento de los artistas antiguos y nuevos, ni al recambio de estandartes de la movida sonora, sino también a dar una cabida al espacio musical que se ha visto mermado y hasta frenado por políticas, políticos y politiquería. En fin, ni hablar de tales cosas que ya todos saben.

Por más que al Ministro de Cultura, Ernesto Ottone, se le dé una tribuna en un evento de esta magnitud, la verdad es que las cosas aún están al debe. Es sabido que el arte en su generalidad (no sólo el sonoro) está pasando por una «deselitización heredada»; quiero decir que aún es muy difícil vivir sólo de la música, y de hecho, las bandas y eximios músicos nominados y ganadores de los Premios Pulsar 2016, son, estimo, el 1,1% de la totalidad de impresionantes artistas de esta categoría.

Por ende, me quedo con una frase bien dicha por Carolina Nissen, ganadora del premio al Mejor Artista Musical Infantil, por su obra “Pequeños Ritmos”, financiada por Nestlé: “…es bueno que los privados se pongan las pilas y pongan plata, ya que el Estado no lo hace”. Ehm, sí, algo así creo que fue la frase, pero bueno, se entiende el punto ¿no?

Por lo demás, no puedo finalizar este review (que poco tiene de eso) sin mencionar las geniales presentaciones de Camila Moreno – Eduardo Gatti, El Tío Valentín – Me llamo Sebastián, Quilapayún – Álvaro Henríquez, y bueno, en realidad todos, pues casi todos se lucieron. Incluso los personajes, mal llamados “artistas”, que salen en la TV a color. CIAO.