Por Cristóbal Pinto

En enero de 2004, la ley 19.928, que regula la difusión y la organización regularizada hacia el fomento de la música chilena, fue promulgada en el marco del aumento de los espacios de difusión cultural de la escena musical chilena en medios de comunicación (radio, televisión). Esta ley, impulsada por el Consejo de Fomento de la Música Nacional (CFMN), dicta todos los espacios comunicacionales que comprenden las emisiones de música chilena.

Según lo señalado en el artículo 1° de la ley: “El Estado de Chile apoya, estimula, promueve y difunde la labor de los autores, compositores, artistas intérpretes y ejecutantes, recopiladores, investigadores y productores de fonogramas chilenos, forjadores del patrimonio de la música nacional, para la preservación y fomento de la identidad cultural (…)”.

Acotando y definiendo a la música nacional como: “Toda expresión del género musical, clásica o selecta, popular, de raíz folclórica y de tradición oral, con o sin texto, ya sea creada, interpretada o ejecutada por chilenos”. Dejando en claro que cualquier expresión artística interpretada por algún autor de origen nacional se convierte en música, esto aplica también para covers a canciones extranjeras y/o canciones en inglés.

Ulteriormente, en el 2009, se expuso en el Congreso el proyecto de ley en el cual se pretendía que: “Las radioemisoras, en su programación fonográfica diaria, deberán emitir al menos una quinta parte (20%) de música nacional”.

Junto con esto, se adhirió a la discusión una indicación que establece multas que se registran entre las 5 a 50 unidades tributarias mensuales (UTM) a aquellas emisoras que no cumplan con la exigencia legal impuesta por la ley. En la misma instancia, otra indicación fue impugnada, esta pretendía acabar la concesión a aquellas estaciones radiales que transgredieran la normativa tres veces en un año calendarizado.

La primera imagen que pasa por la cabeza al oír este proyecto de ley, es que todo el día sonaría cueca en las radios, cosa que está muy distante de la realidad musical que vive Chile en esta época.

Siendo lo que se desea promover de raíz, es la difusión de la música local fijando porcentajes mínimos sobre la emisión de esta en las radios chilenas. Las leyes de cuotas musicales no son un tema tabú que no se toque alrededor del globo, donde países como Argentina, Australia, Ecuador o Francia ya cuentan desde antes con leyes de fomento a la música autóctona con porcentajes regulados.

Según un estudio realizado por el CNCA, acerca de la comparación de fomento de música nacional en diferentes países, el cual abarca las propuestas en temas de difusión, es posible darse cuenta que Australia, es el país con una de las ofertas más amables para los músicos en temas de difusión, dando cabida a un 85% de música nacional en sus estaciones.

Esto va de la mano también con la legislación y correcto uso de la radiodifusión en dicho país, siendo este un bien de uso público y regido por el estado, mientras tanto en Chile, es un un bien  de uso público que ha sido privatizado.

Los detractores a esta medida son en gran parte la Asociación de Radiodifusores de Chile (ARCHI) e indirectamente, los grandes sellos transnacionales como Sony, Universal, EMI y Warner. Estas multinacionales ejercen una gran presión sobre las radioemisoras de todo el mundo emitan sus canciones.

Los argumentos que usan por parte de la oposición, radican en la imposibilidad de cubrir los determinados segmentos que se perderían por la inminente aprobación de la ley 19.928. Usando como ejemplo, una radio que toca música anglo, su espectro musical se ve muy reducido en temas de parrilla programática y esto provocaría un total rechazo ante la ley.

Pero este ejemplo, se aborda claramente desde la ignorancia musical, puesto que la ley en sí, define que cualquier obra musical interpretada por chilenos, cuenta como música nacional.

Por ende la gama de músicos chilenos que interpretan música en inglés, incluso siendo pocos compositores los que cumplen con esa característica, sirve como premisa para completar ese 20% de música en la parrilla de esa radio, llenando así el espectro que faltaría por rellenar (esto incluye covers).

Dado el tema, en nuestro país existe la parrilla necesaria para cubrir cada uno de los espectros necesarios del perfil de cada una de las radios adscritas a este proceso, desde reggaetón, jazz, metal, rock progresivo, indie, y muchas más.

El no conocimiento o la ignorancia con respecto a este tema, va de estrechamente relacionada con la aprobación y difusión de la música chilena. El no saber de qué está hecha la música chilena, es no tener idea de que existe suficiente material como para sonar una semana entera en todas las radios y aún así, no repetirse. Esa, es precisamente una de las aristas que este proyecto busca solucionar y mejorar, porque la música es cultura; y la cultura, es en sí, es arte.

¿Molesta la imposición? Sí. Pero no es loco ni excéntrico que el Estado quiera tomar cartas en el asunto; ni paternalismo ni autoritarismo, la industria musical chilena está en aumento y crisis a la vez, debido a su crecimiento exponencial en los últimos 20 años se ha pasado de editar 80 discos a 700 anualmente.

Sería hipócrita y negligente dejar que los artistas chilenos no se les escuche por “malos”. La imposición de esta norma no es el camino ideal para la difusión de la música chilena, el camino es la premiación por parte de la autoridad a aquellos espacios donde se de más cabida los artistas nacionales. Porque los artistas necesitan lugar en nuestra cultura, donde no todo sea creación extranjera, y que, de una vez por todas, se pueda crear una identidad como país en torno a la cultura musical que nos rodea, y dejar claro que, no toda la música chilena es cueca.